DOMINGO 4º DE PASCUA. Ciclo "C"

El Buen Pastor. 350-375. Catacumba de Domitila. Roma.

 

Salmo 99 (100) 

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL 

Aclama, con júbilo, al Señor, tierra entera. ¿Acaso la tierra entera está oyendo mi voz? Y sin embargo esta voz la ha oído toda la tierra. Ya va llenándose de júbilo, en el Señor, toda la tierra, y la que todavía no canta al Señor con júbilo, pronto así lo hará. Ya que, extendiéndose la bendición a todas las naciones, desde el inicio de la Iglesia, comenzando por Jerusalén (Lc 24,47), abatió la impiedad en todas partes, y en todas ellas instauró la piedad. ¿Qué significa, entonces, este “júbilo”? ¿Este regocijarse? Esta palabra nos pide mucha atención, ya que es el título del presente salmo, que tiene puesto “en confesión”, en alabanza”. ¿Qué es, entonces, en confesión jubilosa, es decir, aclamar con júbilo? En otro salmo hay una expresión que suena así: Dichoso el pueblo que ha comprendido el júbilo (Sal 88,16). Se ve que es cosa muy relevante, de mucha importancia, ya que, el comprenderlo, nos hace felices. Que el Señor Dios nuestro, que hizo felices a los hombres, me conceda a mí comprender lo que les debo decir, y a ustedes comprender lo que oyen: Dichoso el pueblo que ha comprendido lo que es el júbilo. Vayamos, pues corriendo en busca de esta felicidad. (...) Les diré cosas que ya saben de sobra: El que se llena de júbilo no pronuncia palabras, sino que lanza unos gritos de alegría sin palabras. El júbilo es la voz de un corazón inundado de alegría, que manifiesta sus sentimientos en cuanto puede, pero no con palabras para que las entienda el que las oye. Al regocijarse el hombre con este gozo, y no pudiendo explicarlo, ni dar a entenderlo con palabras, emite ciertos sonidos o gritos de alegría, no palabras. Así es como manifiesta con estos sonidos, su gozo. Pero como se halla repleto de alegría, no puede explicar con palabras este regocijo. (...) ¿Entonces, cuándo nos alegramos con júbilo? Cuando alabamos lo que es inefable, lo que no puede expresarse con palabras (Agustín de Hipona, Exposición sobre el Salmo 99,3. 4. 5).

  

Leccionario: Salmo 99, (1b)2. 3. 5 (R.: 3c)

Leccionario de España: Salmo 99, 2. 3. 5 (R.: 3c)

[1a Salmo. De Todá (= de confesión o de acción de gracias]

 

1b Aclame al Señor toda la tierra,

2 sirvan al Señor con alegría,

lleguen hasta él con cantos jubilosos.

 

3 Reconozcan que el Señor es Dios:

él nos hizo y a él pertenecemos;

somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

 

5 ¡Qué bueno es el Señor!

Su misericordia permanece para siempre,

y su fidelidad por todas las generaciones.

 

 

 

 

Aclamad al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores.

 

Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño.

 

«El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades

 

El ser humano no se mantiene en pie gracias a sus riquezas, ni debido a su sabiduría, ni menos aun, gracias a sus propias fuerzas.

¿Y, entonces, qué es lo que le permite mantenerse en pie?

¡Su oración!

(Midrash Tehillim 142,1)

  

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA, 

UNA Y OTRA VEZ: 

{inspirando}

¡Somos tuyos, Señor!

{espirando}

¡ovejas de tu rebaño!

 

SUGERENCIAS PARA LA JACULATORIA

¡Aleluya, aleluya! //¡Aleluya!

ó:

¡Somos su pueblo y ovejas de su rebaño!

  

NOTAS EXÉGETICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Esta cantata litúrgica de alabanza, fe y alegría ha sido musicalizada en los años 1843-44 por F. Mendelssohn-Bartholdy y más recientemente por L. Bernstein en sus Chichister Psalms (1965). En una andanada de entusiasmo Israel proclama su fe en el “Señor-que-es-bueno”, cuyo amor es eterno y reafirma su consciencia de ser el pueblo de la alianza, ligado a su Dios por una relación intensa y personal. Los vv. 3 y 5 -según el estudioso alemán G. Fohrer-, constituyen el artículo de fe fundamental de todo el Primer Testamento, porque en ellos se afirma la doctrina de la unicidad del Dios de la creación y de la elección (basado en Turoldo-Ravasi).

(b) El cuarto libro del Salterio, que va del Salmo 89[90] al 105[106], contiene sobre todo himnos, es decir alabanzas, textos que alabando al Señor van enseñando cuál es la correcta interpretación de la historia. Este Libro está organizado en tres colecciones principales que contienen tres tipos de respuestas a los angustiosos interrogantes planteados en el Tercer Libro. Nuestro Salmo hace parte de la segunda colección. 

La primera colección, del cuarto Libro del Salterio, muestra al Dios creador, providente y justo, desde una perspectiva sapiencial (enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos la sabiduría del corazón) que invita al pueblo a confiar en el Creador, quien gobierna la obra de sus manos con criterios harto diferentes a los de los seres humanos, por lo que, aunque parece que todo va mal, no es así. ¡YHVH guiaba a Israel ya antes de David y lo seguirá haciendo después de su desaparición!

La segunda colección, en el centro del Cuarto Libro está formada por un grupo de seis salmos -del 95 al 100-, que son una auténtica antología, un librito en sí mismo. El Salmo 95 se corresponde con nuestro Sal 100, ambos son liturgias de ingreso, similares a las encontradas en el Primer Libro del Salterio (Sal 15 y 24). De hecho los salmo 95 y 100 son utilizados, en la Liturgia de las Horas, como invitatorios, cual “puerta de ingreso” para entrar en oración. El Salmo 95(94) es, ya desde antiguo, el clásico invitatorio, que abre la oración de cada día. Los cuatro salmos centrales, en cambio, son himnos en honor del Señor que reina, cuatro salmos “gemelos”, bastante similares, con la misma teología e idéntica impostación literaria. Dos liturgias de entrada, - al comienzo y al final -,cuatro himnos que celebran al Señor. Para comprender este conjunto de salmos es indispensable leerlos en conjunto, uno tras otro, captando y valorizando los matices de cada uno y, al mismo tiempo, las relaciones mutuas que los ligan entre sí. La segunda respuesta a la crisis personal y comunitaria del Tercer Libro del Salterio se encuentra contenida en esta serie de salmos que invitan a la oración entonando alabanzas; son sobre todo himnos “a YHVH Rey”, cantos que afirman la realeza de Dios: ¿es verdad que Israel ya no tiene rey? (Tercer Libro), No: ¡el Rey es Dios! David ya no está ni tampoco un heredero al trono de David. El Rey de Israel es el Señor en persona, y David su delegado; ¡falta el delegado terreno, el Rey celestial permanece!:

94 (95)

Invitatorio-liturgia de entrada

95 (96)

Himno a la realeza del Señor

96 (97)

Himno a la realeza del Señor

97 (98)

98 (99)

Himno a la realeza del Señor

Himno a la realeza del Señor

99 (100)

Invitatorio-liturgia de entrada

 

94(95) Invitación a Israel a adorar al Señor

 

95(96) Canto a YHVH-Rey: toda la tierra debe reconocer al Señor como su propio rey

 

96(97) Canto a YHVH-Rey: El Señor ha revelado su realeza ante todos los pueblos

 

97(98) Canto a YHVH-Rey: El Señor juzgará a los pueblos con justicia

 

98(99) Canto a YHVH-Rey: El Señor reveló su realeza en la historia de Israel

 

99(100) Invitación a Israel a adorar al Señor

 

 

Nuestros seis salmos constituyen el centro del Cuarto Libro del Salterio, conformando una auténtica antología. El Salmo 95 se corresponde con el salmo responsorial que nos ocupa (100), ambos son liturgias de ingreso, similares a las encontradas en el Primer Libro del Salterio (nos referimos a los Salmos 15 y 24). De hecho los salmo 95 y 100 son utilizados, en la Liturgia de las Horas, como invitatorios, cual invitación a entrar en oración. El Salmo 95(94) ha sido, desde antiguo, el invitatorio clásico. Los cuatro salmos centrales, en cambio, son himnos en honor del Señor que reina, cuatro salmos gemelos, altamente similares en su teología e impostación literaria. Dos liturgias de entrada -al comienzo y al final-, cuatro himnos que celebran al Señor en el núcleo. Para comprender este conjunto de salmos es indispensable leerlos uno tras otro, captando así los matices propios a cada uno y, a su vez, las relaciones que los entrelazan. Vemos, entonces, que la segunda respuesta a la crisis personal y comunitaria planteada en el Tercer Libro del Salterio se encuentra contenida en esta serie de salmos que invitan a la oración y a la alabanza; son sobre todo himnos “a YHVH Rey”, cantos que afirman la realeza de Dios: ¿es verdad que Israel ya no tiene rey?, No: ¡el Rey es Dios! Aunque David ya no esté, ni tampoco su heredero, el Rey de Israel es el Señor en persona, puesto que David era un mero delegado; ¿falta el delegado?, ¡el Rey celestial permanece en eterno!

Constatamos, entonces que nuestro poema es el que cierra la colección, asumiendo la invitación de alabar al Señor. Alabanza que deben hacer todas las generaciones/todas las edades (v. 5). La medida del tiempo se expresa bíblicamente, como vemos, usando como ‘patrón de medida’ la edad/generación. A través de las versiones griega y latina nuestro patrón litúrgico pasó a ser más “abstracto”,’ como lo podemos constatar aun en las re-traducciones litúrgicas en lengua vernácula: ya no “de generación en generación”, sino: “por los siglos de los siglos”.

He ahí, entonces, la respuesta: tenemos rey y es plenamente confiable: Aclame al Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con cantos jubilosos. Estamos ante un universalismo aplicado. El elemento característico de este texto es que la destinataria de una invitación tan apremiante es la tierra toda: todos los pueblos son invitados a alabar al Señor, vale decir a YHVH, el Dios de Israel; los pueblos paganos son invitados a servir al único Dios en el culto y a comprometerse en la alianza como lo está el mismo Israel. El vértice de la invitación está situado en el conocimiento/reconocimiento mutuo (v. 3), y es necesario subrayar que dicho conocimiento, al tener una valencia esponsalicia, presupone aceptación, adhesión, fidelidad y amor. 

Todas las personas del mundo, por tanto, son calurosamente exhortadas a realizar una confesión de fe: en primer lugar, reconociendo que YHVH es el único Dios; además a confesarlo como Creador (él nos hizo); y finalmente respondiendo con docilidad a su propuesta de alianza (y nosotros somos suyos). La motivación final retoma la profesión de fe en forma triple: el Señor es bueno (tôb) y manifiesta su amor de modo concreto y lo hace mediante su amor premuroso y atento hacia el hombre; su misericordia/amor/lealtad/gracia (hesed) jamás cesa, ni siquiera ante las infidelidades; y por último -¡pero no en último lugar!-, su fidelidad/ (emuná) constante a la alianza es eterna. En dicha relación mutua Dios se manifiesta como Pastor: Somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

(c) Citas o alusiones a nuestro salmo en el Nuevo Testamento:

Salmo

Nuevo Testamento

Temas

 

100,2b

100,3

100,3b

100,5

Romanos 12,11-12

Hechos 17,24-26

Efesios 2,10

1 Pedro 2,3

Fervorosos en el Espíritu, sirviendo al Señor

Dios nos creo...

Somos creaturas suyas

Si gustaron la dulzura del Señor

 

(d) Traducciones del Salmo 99(100),1b: 

Vulgata/Neo-Vulgata: v. 1b

Biblia de Jerusalén: v. 1b

Salterio Litúrgico: v. 1

Jubilate Deo omnis terra

Aclamad a YHVH, toda la tierra

Aclamad al Señor, tierra entera

 

Jubilate Deo omnis terra -toda la tierra aclamad a Dios/al Señor-. La traducción Vulgata/Neo-Vulgata es un calco del hebreo, traducido literalmente, y las dos traducciones castellanas -tanto la de la Biblia de Jerusalén como la del Salterio Litúrgico-, la siguen. La anomalía se debe a que en hebreo los nombres colectivos requieren un verbo al plural: toda la tierra alabad, o pueblo creed al Señor. Tanto ‘tierra’ como ‘pueblo’ son nombres colectivos en hebreo y de ahí los verbos al plural. Esto explica las anomalías descritas. Ya lo decía el gran traductor que fue san Jerónimo:

“Desde luego, es difícil para quien recorre las líneas de un escrito ajeno no se extravíe en algún lugar, ya que es cosa dificultosa que lo que en otra lengua está bien dicho, conserve el mismo decoro en la traducción. Si traduzco palabra por palabra, suena absurdamente; si, por necesidad, algo que está en un orden, lo cambio en la frase, parecerá que me he apartado del deber del traductor”.

(e) Él nos hizo y somos suyos es un verso de difícil traducción porque en hebreo se lee un «lo’» con el significado de «no» o un «lô» que podría significar «de él = suyos». Traducido literalmente sería: -Él nos hizo y no nosotros, es decir -Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos-; o: -Él nos hizo y nos de él-, es decir: él nos hizo y en consecuencia, le pertenecemos. Ravasi interpreta enfáticamente (= ‘por tanto’) y el Comentario Filológico, sin entrar en detalles técnicos que no vienen al caso, logra un buen texto sin alterar el consonántico del TM:

Salterio litúrgico español

Vulgata según los LXX

Comentario filológico3

Ravasi (II, p. 1058)

él nos hizo y somos suyos

 

Nuestro Leccionario

él nos hizo y a él pertenecemos

 

 

Ipse fecit nos et non ipsi nos =

Él nos hizo y no nosotros [a nosotros mismos]

 

Vulgata según el hebreo

Ipse fecit nos et ipsius sumus =

Él nos hizo y somos suyos

 

el Señor es Dios

 Poderoso Creador nuestro.

 

Versión obtenida vocalizando distinto el hebreo lo que pone en paralelo dos y dos nombres divinos

 

Egli ci ha fatti e percio noi siamo suo populo =

Él nos hizo y por tanto somos su pueblo

 

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Éxodo 6,6-8: [Tú Moisés] anuncia esto a los israelitas: Yo soy el Señor. Yo los libraré de los trabajos forzados que les imponen los egipcios, los salvaré de la esclavitud a que ellos los someten, y los rescataré con el poder de mi brazo, infligiendo severos y justos castigos. Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios. Así tendrán que reconocer que soy yo, el Señor, el que los libró de los trabajos forzados de Egipto. Después los introduciré en la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se la daré en posesión. Yo soy el Señor.

Éxodo 20,1-3: Entonces Dios pronunció estas palabras: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí”.

Levítico 26,9-13: Yo los miraré con bondad, los haré fecundos y numerosos, y mantendré mi alianza con ustedes. Comerán grano viejo largamente almacenado, y tendrán que tirar el grano viejo para dar lugar al nuevo. Yo pondré mi Morada en medio de ustedes y no les tendré aversión; siempre estaré presente entre ustedes: ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Yo soy el Señor, su Dios, el que los hice salir de Egipto para que no fueran más sus esclavos. Yo rompí las barras de su yugo y los hice caminar con la cabeza erguida.

Deuteronomio 4,32-40: Pregúntale al tiempo pasado, a los días que se han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos? A ti se te hicieron ver todas estas cosas, para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro dios fuera de él. Él te hizo oír su voz desde el cielo para instruirte; en la tierra te mostró su gran fuego, y desde ese fuego y desde ese fuego tú escuchaste sus palabras. Por amor a tus padres, y porque eligió a la descendencia que nacería de ellos, el Señor te hizo salir de Egipto con su presencia y su gran poder. desposeyó a naciones más numerosas y fuentes que tú te introdujo en sus territorios y te los dio como herencia, hasta el día de hoy. Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios –allá arriba, en el cielo y aquí abajo, en la tierra– y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

2 Samuel 5,1-2: Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: “¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: «Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel»...”.

Isaías 32,17-18: La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre. Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en descansos tranquilos.

Jeremías 7,22-24: El día en que hice salir a sus padres del país de Egipto, no les hablé ni les ordené nada acerca de holocaustos y sacrificios. Esta fue la orden que les di: Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien. Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás, no hacia adelante. 

Jeremías 30,18-22: Así habla el Señor: Sí, yo cambiaré la suerte de las carpas del Jacob y tendré compasión de sus moradas; la ciudad será reconstruida sobre sus escombros y el palacio se levantará en su debido lugar. De allí saldrán cantos de alabanza y risas estridentes. Los multiplicaré y no disminuirán, los glorificaré y no serán menoscabados. Sus hijos serán como en los tiempos antiguos, su comunidad será estable ante mí y yo castigaré a todos sus opresores. Su jefe será uno de ellos y de en medio de ellos saldrá su soberano. Yo lo haré acercarse, y él avanzará hacia mí, porque si no, ¿quién se atrevería a avanzar hacia mí? -oráculo del Señor-. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.

Jeremías 32,37-41: Yo los reuniré de todos los países adonde los había expulsado a causa de mi ira, de mi furor y de mi gran irritación; los haré volver a este lugar y haré que vivan seguros. Ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. Les daré un corazón íntegro y una conducta íntegra, a fin de que me teman constantemente, para su propia felicidad y la de sus hijos después de ellos. Estableceré con ellos una alianza eterna, por la cual nunca dejaré de seguirlos para hacerles el bien, y pondré mi temor en sus corazones, para que nunca se aparten de mí. Mi alegría será colmarlos de bienes, y los plantaré sólidamente en este país, con todo mi corazón y con toda mi alma.

Ezequiel 36,23-28: Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo ha dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.

Ezequiel 37,21-23. 26-28: Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos. Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. (...) Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.

Isaías 65,17-20: Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. 

Oseas 1,8-9: Después que dejó de amamantar a “No compadecida”, Gómer concibió y dio a luz un hijo. Entonces el Señor dijo: «Llámalo “No es mi pueblo”, porque ustedes no son mi pueblo, ni yo seré para ustedes “El que es”».

Miqueas 6,1-4: Escuchen lo que dice el Señor: ¡Levántate, convoca a juicio a las montañas y que las colinas escuchen tu voz! ¡Escuchen, montañas, el pleito del Señor, atiendan, fundamentos de la tierra! Porque el Señor tiene un pleito con su pueblo, entabla un proceso contra Israel; «¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme. ¿Será porque te hice subir de Egipto, porque te rescaté de un lugar de esclavitud y envié delante de ti a Moisés, Aarón y Miriam?».

Salmo 14,4: –¿Pero no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor?

Salmo 50,1-7: El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará. Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta. Desde lo alto convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo: “Congregadme a mis fieles que sellaron mi pacto con un sacrificio”. Proclame el cielo su justicia: Dios en persona va a juzgar. “Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti -yo, Dios, tu Dios-.

Salmo 87,1-7: Él la ha cimentado sobre el monte santo: y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! “Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí”. Se dirá de Sión: “Uno por uno todos han nacido en ella: el Altísimo en persona la ha fundado”. El Señor escribirá en el registro de los pueblos: “Este ha nacido allí”. Y cantarán mientras danzan: “Todas mis fuentes están en ti”.

Salmo 119,94: Soy tuyo, sálvame. (Cf. Isaías 43,1: No temas, te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío).

Cantar de los Cantares 2,16: ¡Mi amado es mío y yo soy suya! (6,3: ¡Yo soy de mi amado y mi amado es mío!).

Mateo 19,16-17: Se acercó un hombre [a Jesús] y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno».

Juan 10,11-16: Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

Juan 15,1. 4-7: Yo soy la Vid, ustedes los sarmientos (...). Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

Hechos 17,24-28: El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: «Nosotros somos también de su raza».

Romanos 9,23-28: [Dios] quiso manifestar la riqueza de su gloria en los que recibieron su misericordia, en los que él predestinó para la gloria, en nosotros, que fuimos llamados por él, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los paganos, ¿qué podemos reprocharle? Esto es lo que dice Dios por medio de Oseas: “Al que no era mi pueblo, lo llamaré «Mi pueblo», y al que no era mi amada la llamaré «Mi amada». Y en el mismo lugar donde se les dijo: «Ustedes no son mi pueblo», allí mismo serán llamados «Hijos del Dios viviente»”. A su vez, Isaías proclama acerca de Israel: “Aunque los israelitas fueran tan numerosos como la arena del mar, sólo un resto se salvará, porque el Señor cumplirá plenamente y sin tardanza su palabra sobre la tierra”.

2 Corintios 6,16: ¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como lo dijo el mismo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos; seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.

2 Corintios 9,6-7: Sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente. Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.

Hebreos 8,10-12: Ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Entonces nadie tendrá que instruir a su compatriota ni a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor»; porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande. Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados” (cf. Jr 31,31-34).

1 Pedro 2, 25: Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.

1 Juan 4,11-15: Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.

Apocalipsis 21,2-3: Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos”. 


DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Midrash Tehillim (Comentario homilético a los Salmos):

Sirvan al Eterno con alegría (v. 2). Una vez dice: Sirvan al Eterno con temor (Sal 2,11). ¿Si se hace con alegría, cómo puede hacerse con temor, y si hace con temor, cómo puede hacerse con alegría? Rabí Eibu dijo: ¡mientras permanezcas en este mundo, debes alegrarte en la oración, y sentir temor ante el Santo, bendito sea! O: “con alegría!”, ¿puede acaso creerse que esto sucede sin temor? Por eso dice: “Con temor”. Rabí Acha dijo: sirvan al Eterno con temor en este mundo ¿puede acaso creerse que esto sucede sin temor? Por eso dice: “Con temor”. Rabí Acha dijo: sirvan al Eterno con temor en este mundo, y alábenlo temblando (Sal 2,11), es decir, para que tú llegues con alegría al mundo futuro y en el futuro veas como a los impíos les toma el temblor.

A. Chouraqui: Sepan (v. 3): aquellos que ‘saben’ deben enseñar a aquellos que no ven la profundidad del milagro: nosotros somos suyos. Dios se encuentra prodigiosamente cerca de Israel: maravillémonos y alegrémonos de tan inesperado milagro, ante la evidencia del Reino.

  

DE LA LITURGIA DE ISRAEL

Nuestro Salmo (100) era cantado en el Templo de Jerusalén durante el Servicio de acción de gracias (korban todah). Cosa que se hacía en agradecimiento por haber superado un grave peligro. Aburdirham, comentarista medieval español de la liturgia hebrea, sostiene que este salmo debe ser recitado cada día. De hecho, en las comunidades sefardíes el Salmo 100 forma parte del Servicio diario de oraciones, como salmo de acción de gracias en Pesukei Dezimra, con excepción de los sábados y algunas otras fiestas y festivales como Pesaj y Yom Kipur .

Rabí Hirsch sostiene que este canto de acción de gracias debe referirse a la gratitud debida a Dios por la era mesiánica, cuando el mundo llegue a su perfección.

El nuestro es el último de la serie de 11 salmos compuestos por Moisés. El talmudista de Ímola, Ibn Yachya (siglo 17), afirma que Moisés dedicó este poema a la tribu de Aser (cf. Lc 2,36), dado que recibió en prenda una bendición harto especial (Dt 33,24: ¡Bendito sea Aser entre todos los hijos! Que sea el favorito de sus hermanos y que bañe sus pies en aceite). Nadie mejor que él para hacer suyas la palabras de nuestro salmo: ¡El Señor es bueno, su amor-misericordioso-y-leal perdura de generación en generación! (Sal 100,5).

 

RELEVANCIA DE NUESTRO SALMO PARA LAS RELACIONES ISRAEL-IGLESIA

“Nuestro Salmo (100), con su renovada noción de creación y universalización de la teología de la alianza, se constituye en una ‘voz bíblica’ muy importante, pero cuya fascinante melodía sigue sin ser interpretada, pues aun no ha sido descubierta ni por Israel ni por la Iglesia. Podría ayudar a encontrar una adecuada y legítima definición bíblica que permita superar tantos siglos de uso, - por parte cristiana -, del falso modelo del rechazo, pérdida de la herencia y sustitución de Israel por la Iglesia, cual si fuera el “nuevo” y “verdadero” Israel, manteniendo para Israel su duradero valor y su dignidad teológica, y al mismo tiempo, permitiendo explicitar que la Iglesia constituye una entidad nueva en la trama de la historia del Dios de Israel con el mundo” (E. Zenger).

LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Gregorio de Nisa: Dado que la transgresión del mandamiento divino fue para los hombres el camino de la perdición [los títulos de los salmos] nos traen la memoria al mandamiento como antídoto a la afición al olvido. (...) . Esto podemos aprenderlo de aquellos títulos [de los salmos] en los que se encuentra la palabra ‘confesión’ (Sal 99,1a); porque el término ‘confesión’ usualmente tiene dos significados o sentidos, indicando, sea la “declaración-de-los-pecados”, o también “la-acción-de-gracias” y precisamente por eso somos conducidos a una vida virtuosa en ambos sentidos. (...) El salmo ‘de confesión’ está confeccionado de la manera siguiente: si el recuerdo de algún pecado te va consumiendo lentamente, te muestra la necesidad de purificarte por el arrepentimiento; si en cambio tu vida ya se encuentra convenientemente encaminada hacia el bien, te permite hacer la mejor elección por medio del agradecimiento a Dios.

Atanasio de Alejandría: Es un canto de alegría por la redención: todos hemos sido rescatados. El servicio a los hombres es penoso, el servicio del Señor es gozoso. Esta alegría en el servicio a Cristo hace que ya estemos, en cierta manera, en su presencia. El amigo del esposo se alegra al escuchar la voz del esposo (Jn 3,29). Este Señor, que nos ha redimido con su sangre, ¡es nuestro mismo Creador! ¡El crucificado es Dios!

Eusebio de Cesarea: ¡Que se alegren todas las naciones de la tierra! Recuerden sus pecados antiguos, del tiempo aquel en el que servían a los ídolos y sométanse al yugo del Señor. Sírvanlo con alegría, porque servirlo es servir a la luz, la vida, la verdad, la justicia y la santidad: realmente el Señor es todo esto. Entren a su presencia con aclamaciones, porque si no lo servimos con alegría ni siquiera podemos atrevernos a presentarnos ante Él. Sabiendo que Él es Dios, que es el Señor, llegados a su presencia gracias a este mismo conocimiento, confesaremos que él es nuestro Creador. Es más que evidente que no nos hemos hecho a nosotros mismos, y si nos imagináramos el ser autores de nuestros hijos, ahí están Job y David para decirle a Dios: Tus manos me hicieron y me formaron (118,173). Dios mismo dice a Jeremías: Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía (1,5). En cuanto a aquella descerebrada que le decía al marido: Dame hijos, porque de lo contrario me muero. El marido, que era sabio, le respondió: ¿Acaso soy Dios? (Gn 30,1-2), porque es Dios el que crea los hijos. Los padres no hacen más que procrearlos, secundando el mandamiento que Él prescribió al principio... Somos su pueblo y las ovejas de su rebaño. Esto significa que no sólo ejerce el dominio, sino que ejercita su providencia. Es soberano, es pastor: somos su pueblo, por cuanto es rey, ovejas de su rebaño en cuanto pastor. 

Ambrosio de Milán: El pueblo purificado se acerca al altar de Cristo, diciendo: Entraré al altar de Dios, al Dios que alegra mi juventud (Sal 42,4). En efecto, abandonando los despojos del error inveterado, el pueblo, renovado en su juventud como águila, se apresura a participar en este banquete celestial. Por ello, viene y, al ver el altar sacrosanto preparado convenientemente, exclama: El Señor es mi pastor; nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas (Sal 22,1-2).

Hilario de Poitiers: El Libro de los Salmos está compuesto por tres series de cincuenta salmos. Esto se explica en razón de la felicidad que anhelantes esperamos. En efecto, si observamos atentamente la conclusión de la primera cincuentena, luego la de la segunda y finalmente la de la tercera, conclusión perfecta del Libro, se comprenderá que la repartición de los salmos según este orden, concuerda providencialmente con la dispensación/la economía/el misterio de nuestra salvación (cf. Ef 1,10). El primer peldaño que conduce a la salvación consiste en renacer (cf. Lc 3,5), para ser hombres nuevos (cf. Ef 2,5), después de haber obtenido la remisión de los pecados (cf. Jn 3,5). El reconocimiento del arrepentimiento nos abre, acto seguido, el acceso al reino del Señor, cuando llegue el tiempo de la Jerusalén celestial (cf. Hb 12,22). Colmados de la gloria del cielo, avanzamos, finalmente en el reino del Hijo, hasta llegar al reino de Dios, el Padre (cf. 1 Co 15,24). Comprendemos fácilmente, por tanto, que los salmos regidos por el número 50 manifiestan cada vez, por la importancia que revisten, el misterio de esta repartición en grupos de cincuenta.

Jerónimo Presbítero: Él nos hizo, no nosotros (v. 3), aparece mejor en hebreo: “Él nos hizo y somos suyos”.

Agustín de Hipona: Este salmo es de confesión o alabanza, pues así reza su título: Salmo de alabanza o confesión. Consta de pocas palabras cargadas de grandes cosas. Germine la semilla en nuestros corazones y se prepare el granero para la cosecha del Señor. Este salmo de alabanza nos manda y exhorta a regocijarnos en Dios. Pero no exhorta a que cante algún determinado ángulo de la tierra, o alguna sola morada, o congregación de hombres, sino que, como Él sabe que sembró la bendición por todo el orbe, de todo él reclama el regocijo.

Cuanto más aumente la caridad, tanto más te darás cuenta de que decías y no decías. En efecto, antes de saborear ciertas cosas creías poder utilizar palabras para mostrar a Dios; al contrario, cuando has comenzado a sentir su gusto, te has dado cuenta de que no eres capaz de explicar adecuadamente lo que pruebas. Pero si te das cuenta de que no sabes expresar con palabras lo que experimentas, ¿acaso deberás por eso callarte y no alabar? (...) No, en absoluto. No serás tan ingrato. A él se deben el honor, el respeto y la mayor alabanza. (...) Escucha el Salmo: Aclama al Señor, tierra entera. Comprenderás el júbilo de toda la tierra, si tú mismo aclamas al Señor.

Toda esclavitud es amarga. No temas la esclavitud bajo aquel Señor. Gran dicha es ser siervo en esa gran casa. Junto al Señor, la esclavitud es libre, porque no sirve la necesidad, sino la caridad. Que la caridad te haga servidor, ya que la verdad te hizo libre

Regula Benedicti: Cuando [el monje] vea en sí algo bueno, atribúyalo a Dios, no a sí mismo.

Es preciso que los discípulos obedezcan de buen grado, porque Dios ama al que da con alegría (2 Co 9,7). La Escritura nos exhorta: Expón ante el Señor tu camino y espera en Él (Sal 36,5). Y también dice: Alaben y confiesen al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia (Sal 117,1; cf. Sal 99,5).

 

ORACIONES SÁLMICAS 

He aquí Señor, las ovejas de tu rebaño a las que llamaste por tu gracia: cuando la tentación nos haya desviado, haz que volvamos a ti reconociendo que tú nos hiciste y tuyos somos; así te alabaremos porque eres bueno y es eterna tu fidelidad (Serie A).

Somos tu pueblo, Señor, y tú eres nuestro Dios y nuestro creador: haz que todos te sirvamos con alegría y bendigamos tu nombre, en la espera del día en que podamos franquear las puertas de tu casa entre himnos de acción de gracias (Serie B).

He aquí, Señor, a las ovejas del rebaño que reunió tu gracia. Has que por nuestros himnos y confesándote como Creador, te ofrezcamos nuestras alabanzas con incansable piedad (Serie Africana).

¡Llenos de júbilo y exultantes de alegría, te aclamamos Señor! Te pedimos que mantengas siempre abiertas las puertas de nuestros corazones, para que por ellas transite libremente tu alabanza sin jamás cerrarse a tu misericordia y a tu verdad (Serie Romana).

Eres tú quien nos has hecho, Señor, y no nosotros mismos; de ti proviene todo, tanto el origen de nuestro nacimiento como el don de nuestra regeneración. Te imploramos humildemente que tu gracia produzca en nuestra alma frutos en abundancia (Serie Hispana).

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA!

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA!

REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA, UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡Somos tuyos, Señor!

{espirando}

¡ovejas de tu rebaño!