DOMINGO 3° DE PASCUA. Ciclo "C"

Jesús resucitado se aparece a los apóstoles junto al lago de Tiberíades. Siglo VI.

Basílica de San Apolinario Nuevo, Ravenna, Italia.

 

Salmo 29 (30)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

A la tarde se instalará entre nosotros el llanto, por la mañana la alegría (Sal 29,6). Recuerda el tiempo de la pasión del Señor y entenderás el significado de este verso. En efecto, a la tarde se instaló el llanto entre los discípulos del Señor, al verlo crucificado; pero por la mañana resurgió la alegría, cuando, después de la resurrección, corrían con alegría a comunicarse la buena noticia de la aparición del Señor.

O, puede, que este siglo sea llamada tarde, en sentido general, siglo en el cual los que lloran, de acuerdo [al espíritu de] las Bienaventuranzas, serán consolados a la mañana (Mt 5,5). Felices los que lloran, porque ellos reirán (Lc 6,21).

Los que, por tanto, pasaron los días de este siglo (que casi ha llegado a su cumplimiento y que se dirige hacia su ocaso) llorando sus propios pecados, son los que se alegrarán cuando llegue la mañana verdadera. Pues los que siembran entre lágrimas cosechan con alegría (Sal 125,8), es decir en el siglo futuro (Basilio de Cesaréa, Homilía sobre el Salmo 29,9).

  

Leccionario: Salmo 29, 2. 4. 5-6.11 12a 13b

Leccionario de España: Salmo 29, 2. 4. 5-6.11 12a 13b

V. 1: [Salmo Canto para la dedicación de la casa {de Dios}. De David]

 

 2 Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste

y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.

4 Tú, Señor, me levantaste del Abismo

y me hiciste revivir,

cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.

 

5 Canten al Señor, sus fieles;

den gracias a su santo Nombre,

6 porque su enojo dura un instante,

y su bondad, toda la vida:

si por la noche se derraman lágrimas,

por la mañana renace la alegría.

 

11 Escucha, Señor, ten piedad de mí;

ven a ayudarme, Señor».

12a Tú convertiste mi lamento en júbilo,

13b ¡Te daré gracias eternamente!

 

 

 

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, sacaste mi vida del abismo,

me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

 

 

Tañed para el Señor, fieles suyos,

dad gracias a su nombre santo;

su cólera dura un instante, su bondad, de por vida;

al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.

 

 

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;

Señor, socórreme.

Cambiaste mi luto en danzas.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

 

El ser humano no se mantiene en pie gracias a sus riquezas, ni debido a su sabiduría, ni menos aun, gracias a sus propias fuerzas.

¿Y, entonces, qué es lo que le permite mantenerse en pie?

¡Su oración!

(Midrash Tehillim 142,1)

  

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA,

UNA Y OTRA VEZ: 

{inspirando}

¡Te ensalzaré, Señor!

{espirando}

¡porque me has salvado!

 

SUGERENCIAS PARA LA JACULATORIA

¡Aleluya, aleluya! //¡Aleluya! 

ó:

¡Te ensalzaré, Señor! / ¡porque me has librado!

 

NOTAS EXÉGETICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Cinco estrofas, plenas de acción de gracias, ritmadas todas ellas por una serie de contrastes, vida-muerte (vv. .2-4), llanto-alegría (vv. 5-6), estabilidad-vacilación (vv. 7-9), vida-muerte (vv. 10-11), llanto-alegría (vv. 12-13): es esta la estructura del Salmo 30, un canto de alegría después de haber experimentado el sabor amargo del dolor y de la muerte. De hecho, aunque, si la lírica pareciera oscilar continuamente entre dos extremos antitéticos, el acento final está puesto en la vida, la alegría, la estabilidad.. Los últimos versos olvidan los atardeceres dominados por las lágrimas para abrirse a una mañana luminosa, mientras, al mismo tiempo, sobre los labios del poeta aflora un himno entusiasta y «danzante» a la paz con la que Dios substituye la amargura del corazón de quien espera. San Agustín ha aplicado el salmo a Cristo que ha transformado las “vestiduras de pasión y de muerte” (cf. el v. 12) en las espléndidas vestiduras del gozo pascual (inspirado en Ravasi-Turoldo). 

(b) El poeta, por la enfermedad, que lo ha llevado al borde de la tumba, se ve impulsado a reflexionar seriamente sobre su relación con Dios y con la vida. El imprevisto cambio ocurrido en una vida, hasta entonces, tranquila, que experimentando lo escondido el rostro del Señor, quedó desconcertado (cf., v. 8), vivencia que lo lleva a reconocer haber construido la seguridad de la propia vida sobre cimientos equivocados. Aquello que podía llamar su propia “fuerza y estabilidad”, no fue ocasión de orgullo y seguridad, sino de humildad y reconocimiento, porque se descubre deudor en todo y por todo -ahora, por fin, lo sabe-, de Dios. Experimenta su liberación de la angustia y de la muerte como un ‘milagro’ de la gracia divina, que le ha dado nueva vida (v. 4) y pleno de reconocimiento entona su himno lleno de fuerte y dramática vitalidad (A. Weiser, Die Psalmen I, p. 278).

(c) El tema fundamental de la muerte y la vida, la noche y la mañana, el desconcierto y la confianza, el luto y la fiesta, permiten transportar este salmo al momento culminante de estas posiciones, cuando la muerte llega al extremo de su audacia, y la vida al extremo de su exaltación: en la muerte y resurrección de Cristo. El cristiano, que vive en Cristo, participa con él de este luto y fiesta, que forman el ciclo litúrgico y la sustancia de nuestra vida en Cristo (L. Alonso Schökel).

(d) Alusiones a, o citas de, nuestro salmo en el NT:

SALMO NUEVO TESTAMENTO

TEMAS

29,4 Hch 2,31

29,4b Jn 5,21

29,6 Mt 27,57; Mc 15,42

29,6 Mc 16,2; Jn 20,1; Lc 24,1

29,12 Jn 16,20

Jesús no quedó abandonado entre los muertos

El Padre y el Hijo vivifican a los muertos

Al atardecer, la sepultura del Señor

A la mañana el júbilo

Transformará su tristeza en júbilo

  

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Éxodo 3,1-6: Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?». Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!». «Aquí estoy», respondió el. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa». Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.

Éxodo 33,18-23: Moisés dijo: «Por favor, muéstrame tu gloria». El Señor le respondió: «Yo haré pasar junto a ti toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor, porque yo concedo mi favor a quien quiero concederlo y me compadezco de quien quiero compadecerme. Pero tú no puedes ver mi rostro, añadió, porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo». Luego el Señor le dijo: «Aquí a mi lado tienes un lugar. Tú estarás de pie sobre la roca, y cuando pase mi gloria, yo te pondré en la hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después retiraré mi mano y tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver mi rostro».

Números 6,22-27: El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán:

Que el Señor te bendiga y te proteja.

Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia.

Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz.

Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

Deuteronomio 31,14-22: Entonces el Señor dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué y preséntense en la Carpa del Encuentro para que les dé mis instrucciones». Moisés y Josué se presentaron, y el Señor se apareció en la Carpa, en sus columna de nube, la cual se detuvo a la entrada de la Carpa. El Señor dijo a Moisés: «Pronto irás a descansar junto con tus padres, y este pueblo se prostituirá yendo detrás de dioses extraños, los dioses de la tierra donde está por entrar; me abandonará y quebrantará la alianza que hice con él. Entonces arderá mi enojo, y yo los abandonaré y les ocultaré mi rostro. Se convertirán en una presa pronta para ser devorada, muchos males y desgracias se abatirán sobre ellos, le dirán. «Estas desgracias me suceden porque mi Dios no está conmigo». Pero aquel día yo mantendré oculto mi rostro, por todo el mal que ellos hicieron yendo detrás de otros dioses. Por eso, escribe este poema y enséñalo a los israelitas. Ordénales que lo reciten, para que me sirva de testigo contra ellos. Porque cuando yo los introduzca en la tierra que prometí a sus padres con un juramento -esa tierra que mana leche y miel- ellos comerán hasta saciarse y engordarán. Entonces se volverán hacia otros dioses y los servirán, despreciándome a mí y quebrantando mi alianza. Pero muchos males y desgracias se abatirán sobre ellos, y este poema dará testimonio contra ellos, porque sus descendientes no lo habrán olvidado. Yo conozco los planes que hoy están tramando, aun antes de introducirlos en la tierra que juré darles». Aquel día Moisés escribió el poema y se lo hizo aprender a los israelitas.

Isaías 1,12-20: Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen mis atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea... ¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta! Sus lunas nuevas y solemnidades las detesto con toda mi alma; se han vuelto para mí una carga que estoy cansado de soportar. Cuando extienden sus manos. yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están llenas de sangre! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda! Vengan, y discutamos -dice el Señor-. Aunque sus pecado sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana. Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país; pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.

Isaías 64,1-8: Como el fuego enciende un matorral, como el fuego hace hervir el agua! Así manifestarías tu Nombre a tus adversarios y las naciones temblarían ante ti. Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti. Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento.

No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. ¡Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero: todos somos la obra de tus manos No te irrites, Señor, hasta el exceso, no te acuerdes para siempre de las culpas. ¡Mira que todos nosotros somos tu Pueblo!

Jeremías 3,11-15: El Señor me dijo: La apóstata Israel se ha mostrado más justa que la traidora Judá. Ve entonces a gritar estas palabras hacia el Norte: ¡Vuelve, apóstata Israel –oráculo del Señor– y no te mostraré un rostro severo, porque yo soy misericordioso –oráculo del Señor– y no guardo rencor para siempre. Pero reconoce tu culpa, porque te has rebelado contra el Señor, tu Dios, y has prodigado tus favores a los extranjeros, bajo todo árbol frondoso: ¡ustedes no han escuchado mi voz! –oráculo del Señor–. ¡Vuelvan, hijos apóstatas –oráculo del Señor– porque yo soy el dueño de ustedes! Yo los tomaré, a uno de una ciudad y a dos de una familia, y los conduciré a Sión. Después les daré pastores según mi corazón, que los apacentarán con ciencia y prudencia.

Jeremías 18,15-17: ¡Mi pueblo, en cambio, se ha olvidado de mí! Ellos queman incienso a la Nada y han tropezado en sus caminos, en los senderos antiguos, para ir por sendas desviadas, por un camino sin trazar. Así han hecho de su país una devastación, un motivo de burla perpetua. Todo el que pase por allí se quedará pasmado y moverá la cabeza. Yo los dispersaré como el viento del este delante del enemigo: yo les mostraré la espalda, no el rostro, en el día de su ruina.

Ezequiel 39,23-29: Las naciones sabrán que la casa de Israel fue al exilio por sus propias culpas, porque ellos se rebelaron contra mí. Entonces les oculté mi rostro, los entregué en manos de sus adversarios y todos cayeron bajo la espada. Los traté conforme a su impureza y a sus rebeldías, y les oculté mi rostro. Por eso, así habla el Señor: Ahora voy a cambiar la suerte de Jacob: tendré compasión de toda la casa de Israel y me mostraré celoso de mi santo Nombre. Ellos olvidarán su ignominia y todas las rebeldías que cometieron contra mí cuando habiten seguros en su propio suelo, sin que nada los perturbe. Cuando yo los haga volver de entre los pueblos y los congregue lejos de los países de sus enemigos, manifestaré mi santidad por medio de ellos a la vista de naciones numerosas. Ellos sabrán que yo, le Señor, soy su Dios, cuando los congregue en su propio suelo después de haberlos deportado entre las naciones, sin dejar allí a ninguno de ellos. Y ya no les ocultaré más mi rostro, porque habré derramado mi espíritu sobre la casa de Israel –oráculo del Señor–.

Salmo 4,7-9: Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha, si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”. Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino. En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Salmo 13,2-4: ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo? Atiende y respóndeme, Señor Dios mío, da luz a mis ojos, para que no me duerma en la muerte.

Salmo 17,15: Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante.

Salmo 22,23-25: Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo, linaje de Jacob, glorifíquenlo, témanlo, linaje de Israel. Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, lo escuchó.

Salmo 27,7-8: Escúchame, Señor, que te llamo, ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: “Busquen mi rostro”. –Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

Mateo 27,57-58: Al atardecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Se presentó ante Pilato y le pidió el cadáver de Jesús.

Marcos 15,42-43: Ya atardecía; y como era el día de la preparación, víspera de sábado, José de Arimatea, consejero respetado, que esperaba el reino de Dios, tuvo la osadía de presentarse a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús.

Lucas 24,1-6: El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los perfumes preparados. Encontraron corrida la piedra del sepulcro, entraron, pero no encontraron el cadáver del Señor Jesús. Estaban desconcertadas por el hecho, cuando se les presentaron dos hombres con vestidos brillantes. Como las mujeres, llenas de temor, miraban al suelo, ellos les dijeron: -¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea.

Juan 5,21: Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, del mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.

Juan 16,20: Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se divierte; estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.

Hechos 2,29-32: Hermanos, permítanme que les diga con toda franqueza: el patriarca David murió y fue sepultado, y su sepulcro se conserva hasta hoy entre nosotros. Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento que un descendiente carnal suyo se sentaría en su trono, previó y predijo la resurrección del Mesías, diciendo que no quedaría abandonado en la muerte ni su carne experimentaría la corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios y todos nosotros somos testigos de ello.

  

DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Midrash Tehillim (Comentario homilético a los Salmos):

(Al salmo 30, § 2): Canto para la dedicación del Templo, de David (Sal 30,1). Esto es lo que dice la Escritura: ¿Quién se me anticipó sin que yo se lo haya recompensado? (Jb 41,3 TM), es decir: ¿quién no se propuso en su corazón poner en práctica uno de mis mandamientos que yo no se lo haya recompensado? ¿quién no practicó la circuncisión, sin que yo me haya anticipado dándole un descendiente? ¿Hubo acaso alguna persona que construyo el techo sin que yo le haya dado previamente una casa? (...) Observa entonces, como David se propuso construir el Templo, y este lleva su nombre, tal como dice la Escritura: Salmo. Canto para la dedicación del Templo. De David

(Al Salmo 30, § 6) Salmo. Canto para la dedicación del Templo. ‘Salmo’ (en hebreo: mizmor), se refiere al primer templo en tiempos de Salomón. ‘Canto’ (= shir) se refiere al segundo templo, en tiempos de Esdras. (v. 2) Te ensalzo, oh Eterno, porque me sacaste de la cautividad en Babilonia, tal como se afirma: Sí, él sacó, sacó para nosotros (cf. Ex 2,19); y no permitiste la alegría de mis enemigos, justamente ni en Media ni en Persia (v. 3). Oh Eterno, Dios mío, a ti te pedí ayuda, precisamente durante mi cautiverio en Grecia y Tú me auxiliaste por manos de los Asmonéos y de sus hijos. (v. 4) Me diste vida, para que no bajara a la fosa, pues me habían deseado multitud de catástrofes, para que me hundieran en los infiernos.

D. Kimchi (Radak): David compuso este salmo para ser recitado con ocasión de la dedicación del santuario. Si bien no hace mención explícita, David habla en el salmo del perdón de aquella culpa suya, por la cual sus enemigos pensaban que ni él ni sus descendientes retendrían el reino. Pensaban que jamás un hijo nacido de semejante mujer podría llegar a ser rey y menos construir el santuario del Señor, que es el lugar del perdón y la expiación. Cuando Salomón accedió al trono, todo Israel debió reconocer que esta era la volunrtad del Señor, y que..., David había sido totalmente perdonado y absuelto de su culpa.

A. Chouraqui: Henos aquí en el atrio de ese Templo nuevo que el Rey consagra a la gloria de su Padre. La dedicación viene después que el Señor a triunfado sobre su pueblo bendecido por la paz. El duelo se ha convertido en alegría, ante la admiración de una danza y de la eternidad de un canto.

  

EL SALMO 30 EN LA LITURGIA DE HANUKKÁ

Estamos, con Hanukká, ante una fiesta instituida en el año 165 antes de nuestra era y cuya celebración dura ocho días, rememorando la re-consagración del Templo por parte de los Macabeos, después de su profanación por Antíoco IV, Epífanes.

La raíz H. N. K. tiene en la Biblia el sentido de ‘dedicar’, ‘consagrar’, sea una casa (Dt 20,5), o la casa de Dios (1 R 8,63; Sal 30,1), o el altar (Nm 7,10-11), o las murallas de Jerusalén (Ne 12,27).

Según el TB Sabbat 21,b, cuando los judíos penetraron en el santuario en ruinas, no encontraron allí más que un frasco de aceite purísimo, marcado con el sello del sumo sacerdote, con el que se podía alimentar la lámpara del santuario apenas durante una jornada. Ahora bien, la Torá dice expresamente que debe arder continuamente (cf. Lc 24,2-4). Se produjo entonces un hecho extraordinario: el frasco de aceite alcanzó para mantener las lámparas encendidas durante toda la semana. Los sabios de aquella generación decidieron entonces la celebración de Hanukká, fiesta de las luces, en la que se recita el Hallel y se encienden lámparas a la entrada de las casas.

Al celebrar esta fiesta el pueblo judío atestigua ante las naciones que la única luz en este mundo es la que YHVH hace brillar (cf. Jn 1,4-10). La fiesta de la Dedicación se menciona en el NT (Jn 10,22-38). La fiesta de las luces la llama Flavio Josefo, es, por tanto, casi contemporánea de la que recuerda la Luz que vino al mundo el 25 de diciembre. Como cae tan cerca de Navidad se ha hecho costumbre regalar, en Hanukká, juguetes a los niños judíos

Después de la Amidá se recita durante todos los días el Hallel (Sal 113-118) y se hace la lectura de la Torá (Nm 7). También se recita el salmo 30, seguido de algunas bendiciones (basado en A.-C. Avril y D. de La Maisonneuve, Las Fiestas Judías, pp. 109-111).

  

LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Basilio de Cesarea: La belleza verdadera, la meta más alta del deseo, aquella belleza que abraza la naturaleza divina y beata, puede ser contemplada solamente por aquel que, con una mente purificada, fija la mirada en su resplandor y en sus gracias, participando en ellas, en cierta medida, come si una floritura de luz hubiese dado nuevo color a su mirada.

Gregorio de Nisa: El título que dice: “A la salida de la carpa/del tabernáculo” (Sal 28 LXX) y aquel otro: “acerca de la consagración de la casa de David”, ambos están, uno en el Salmo 28 y el otro en el que le sigue. Si no salimos de la carpa del mundo sensible, no puede ser inaugurada nuestra verdadera casa. Este es el significado de cuanto ha sido dicho: en la naturaleza humana se distinguen dos cosas: la vida material que se desarrolla a través de las sensaciones, y la vida espiritual e inmaterial, que se explica en la naturaleza intelectual e incorpórea del alma. Pero estos dos estilos de vida no pueden coexistir en la misma persona, en cuanto el preocuparse por uno de ellos hace desaparecer al otro. Entonces, si deseamos convertir al alma en morada de Dios, conviene salir de la carpa carnal. De otro modo no es posible que sea inaugurada nuestra casa por Aquel que la consagra con su inhabitación; por ello es necesario haber dado el primer paso, el de la “salida de la carpa” por medio del alejamiento de la vida corporal.

Cirilo de Jerusalén: Alégrate, Jerusalén y regocíjense con ella todos los que la aman (Is 66,10) pues Jesús ha resucitado. Llénese de alegría por ella todos los que por ella hacían duelo.(...) Y así como la conmemoración de la cruz aportó algo de tristeza, así la alegre noticia de la resurrección debe alegrar a los aquí presentes. Has cambiado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría» (Sal 29,12); mi boca está repleta de tu alabanza y de tu gloria todo el día (Sal 70,8), por causa del que, después de su resurrección, dijo; «Alégrense» (Mt 28,9). Sé que en los días pasados los que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de muerto, resucitó «libre entre los muertos» y como libertador de los muertos. El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas, al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.

Jerónimo Presbítero: El atardecer fue el momento en el que Adán se escondió en el paraíso. El atardecer representa la vida entre lágrimas que todos padecemos, a partir de Adán, y lo mismo ocurrió con la muerte de Cristo. El amanecer, en cambio, representa la Resurrección de Cristo, la resurrección de las almas y la consumación de los siglos.

Agustín de Hipona: La fiesta que nos congrega es la dedicación de esta casa de oración. Esta es, en efecto, la casa de nuestras oraciones, pues la casa de Dios somos nosotros mismos. Si nosotros somos la casa de Dios, somos edificados en este mundo para ser dedicados al fin del mundo. Todo edificio, mejor, toda edificación, requiere trabajo; la dedicación pide alegría. Lo que acontecía aquí cuando se levantaba este edificio, sucede ahora cuando se congregan los fieles en Cristo. El creer equivale, en cierto modo, a arrancar las vigas y piedras de los bosques y montes; el ser catequizados, bautizados y formados se equipara a la tarea de tallado, pulido y ajustamiento por las manos de los carpinteros v artesanos. Sin embargo, no edifican la casa de Dios más que cuando se ajustan unos a otros mediante la caridad. Si estas vigas y estas piedras no se unen entre sí dentro de un cierto orden, si no se combinan pacíficamente, si en cierto modo no se amasen estrechándose entre sí, nadie entraría aquí. Además, cuando ustedes ven que las piedras y las vigas se ajustan bien en algún edificio, entras tranquilo sin temer que se caiga. Así, pues, queriendo Cristo el Señor entrar y habitar en nosotros, como si estuviera edificándonos, decía: Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros.

Presten atención al salmo de la dedicación que acabamos de cantar, al edificio que se levanta de sus ruinas. Rasgaste mi vestido de penitencia: esto pertenece a las ruinas. ¿Qué corresponde al edificio? Y me ceñiste de alegría. El grito de la dedicación: A fin de que mi gloria te cante y no sienta pena. ¿Quién habla? Reconózcanlo por sus palabras. Si trato de exponerlo, es cosa oscura. Por tanto, repetiré sus palabras, para que al instante ustedes reconozcan al que habla y lo amen. ¿Quién pudo decir: Señor, libraste mi alma del infierno? ¿Qué alma ha sido librada ya del infierno sino aquella de quien se dijo en otro lugar: No dejarás mi alma en el infierno? Se trata de la dedicación y se canta a la liberación; se entona con júbilo el cántico de dedicación de la casa y se dice, le exaltaré, Señor, porque me recibiste y no alegraste a mis enemigos por causa mía. (...) Resucitó al tercer día, y éste es su grito: Te exaltaré, Señor, porque me has recibido. Por lo cual el, Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre. 

Diga, pues, nuestra cabeza; diga nuestra cabeza muerta y dedicada por su cuerpo; diga y oigámosle: Rompiste mi luto y me ceñiste de alegría; es decir, rompiste mi mortalidad y me ceñiste de inmortalidad e incorrupción. Que mi gloria te cante a ti y no me sienta triste. ¿Qué significa no me sienta triste? Que el perseguidor no arroje su lanza contra mí para que me sienta triste: Pues Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre él, pues lo que ha muerto, ha muerto una vez al pecado; mas lo que vive, vive para Dios. De idéntica manera, dice, considerémonos nosotros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor. En él, por tanto, cantamos; en él hemos sido dedicados. Adonde nos precedió la cabeza, esperamos seguirle también los miembros. En efecto, estamos salvados en esperanza; mas la esperanza que se ve no es esperanza, pues lo que uno ve, ¿cómo lo espera? Por tanto, si esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo esperamos, por la paciencia somos edificados.

Quizá encontremos allí también nuestra voz si nos fijamos bien, si miramos con esmero, si aplicamos una mirada atenta, y no como suelen hacer los ciegos amantes de los cuerpos; si, pues, aplicamos el ojo espiritual, nos encontraremos a nosotros mismos en las palabras de nuestro Señor Jesucristo. No en vano dijo el Apóstol: Sabiendo que nuestro hombre viejo ha sido crucificado juntamente con él para anular al cuerpo de pecado y para que ya nunca más sirvamos al pecado. Reconoce allí tu voz: Que mi gloria te cante a ti y no me sienta triste. Ahora, mientras pujamos por la carga de este cuerpo mortal, nunca faltan motivos de tristeza. Si el corazón no se siente triste y compungido, ¿por qué se le golpea? Mas cuando llegue también la dedicación de nuestro cuerpo, precedida en el ejemplo del Señor, entonces no nos sentiremos tristes. 

Fulgencio de Ruspe: El salmista confesaba que a veces se enorgullecía de estar sano, como si fuese una virtud suya, y que en ello había descubierto el peligro de una gravísima enfermedad. En efecto, dice: Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás. (Sal 29,7) Y dado que al decir eso había perdido el apoyo de la gracia divina, y, desconcertado, había caído en la enfermedad, prosigue diciendo: Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado (ibid.). Asimismo, para mostrar que se debe pedir sin cesar, con humildad, la ayuda de la gracia divina, aunque ya se cuente con ella, añade: A ti, Señor, llamé; supliqué a mi Dios (29,9). Por lo demás, nadie eleva oraciones y hace peticiones sin reconocer que padece necesidades, y sabe que no puede conservar lo que posee confiado sólo en las propias fuerzas.

Juan Casiano: La tradición de esta festividad [de Pentecostés] nos ha sido transmitida por los cristianos de la edad apostólica. Es para nosotros un deber permanecer fieles a ella sin introducir cambio alguno. En estos días no doblamos tampoco las rodillas en la oración, porque esta postura simboliza la penitencia y el dolor. Se advierte inmediatamente que les damos la misma solemnidad que a los domingos. Nuestros Padres nos enseñaron que en ellos no conviene ayunar ni arrodillamos en honor de la resurrección del Señor.

Cuando habiendo gozado largo tiempo de la pureza del cuerpo y del alma, empezamos a enorgullecemos de ello, pensando que en lo sucesivo no sufriremos ya más esas heridas, y en el fondo de nosotros mismos nos jactamos, diciendo: Encontrándome en la prosperidad, dije: “no vacilaré jamás” (Sal 29,7 Vulgata); y en consecuencia, el Señor nos abandona a nuestra miseria para nuestro propio bien. La pureza aquella que parecía ofrecer tantas garantías de solidez y constancia, empieza a resquebrajarse. Y entonces, en medio de nuestra prospe­ridad espiritual, nos sentimos tambalear. En semejante trance recurramos al Autor de nuestra integridad. Reconozcamos y confesemos nuestra debilidad: Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado (Sal 29,8). Y también aquello de Job: Aunque me lavara con nieve y mis manos, de puro inmaculadas, resplandecieran, tú me hundirías en el fango y hasta mi ropa sentiría abominación por mí (Jb 9,30-31). No obstante, aquel que se mancilla por su culpa no puede hablar de esa manera al Creador. Mientras el alma no haya llegado al estado de perfecta pureza tendrá que recorrer tales alternativas, las que irán contribuyendo a su formación, y así irá ganando en experiencia. Hasta que, por fin, la gracia de Dios colme su anhelos, regalándosela para siem­pre. Sólo entonces podrá decir con toda verdad: Yo esperaba con ansia al Señor: él se inclinó y escuchó mis gritos; me levantó de la fosa fatal de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos (Sal 39,2-3).

 

ORACIONES SÁLMICAS

Señor, Dios del anochecer y del amanecer, del desconcierto y de la confianza, del luto y de la fiesta: en la muerte tu Hijo llegó al extremo la audacia y la Vida al máximo de la exaltación; haz que podamos participar, gracias a tu bondad, de los misterios que a diario celebramos (Serie A).

Oh Dios, cuya bondad nos acompaña a lo largo de toda la vida danos la humildad en tiempo de prosperidad y valentía en la hora de la prueba; así a la hora de la angustia de las tinieblas terrenas, seguirá tu gozo en un día sin ocaso (Serie 2).

Te damos gracias, Señor de la vida y de la muerte, puesto que no abandonaste a tu Hijo en la tumba, sino que has querido, después del atardecer de la Pasión, hacerlo prorrumpir en gritos de alegría, en la mañana de Pascua. Cuando nos sobrevengan las lágrimas y tu rostro se nos esconda, permítenos clamar hacia ti, proclamando que tu fidelidad dura por siempre (Psautier liturgique).

  

TÍTULO SÁLMICO 

[En este salmo] Cristo, después de su gloriosa resurrección, da gracias al Padre.

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA! 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE, DURANTE TODA LA SEMANA,

UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando} 

¡Te ensalzaré, Señor!

{espirando}

¡porque me has salvado!