DOMINGO 18º DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"

 

Los Israelitas reciben el maná. Siglo XIII. Biblia de San Luis. París.

Salmo 77 (78)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

La Sagrada Escritura nos pide que, cuando seamos invitados a un rico banquete, extendamos con mucha discreción nuestra mano hacia los manjares (cf. Pr 23,1). Tenemos dispuesto ante nosotros el rico banquete de las Escrituras. Nos encontramos ante una pradera con gran abundancia de flores: por allí brilla una rosa, más acá la blanca pureza de unos lirios, por todas partes nos atraen toda suerte de flores. Nuestra alma vacila a la hora de elegir entre las más hermosas. Si nos decidimos por la rosa nos privamos de los lirios, si no renunciamos a su blancura nos quedamos sin margaritas. Lo mismo sucede con el salmo septuagésimo séptimo, lleno de enigmas y recubierto de innumerables misterios en cualquiera de sus expresiones que decidamos tomar en consideración. ¡No nos es posible elegirlas todas, elijamos las que podamos! (...) Habría mucho más que decir dado que este salmo es riquísimo, pero no disponemos de tiempo. Roguemos al Señor que abra el mar [para lograr cruzarlo sin ahogarnos] y que a nuestro paso de una roca haga brote agua, de modo que nuestros cadáveres no queden diseminados por el desierto. Ciertamente ustedes no ignoran que los despojos de nuestros padres yacen por el desierto hasta el día de hoy. ¡Créanme! Cada vez que diviso una sinagoga me vienen a la mente aquellas palabras del apóstol Pablo (Rm 11,17-18), por las que nos exhorta a no menospreciar al olivo [noble], cuyas ramas fueron desgajadas, sino sentir temor, pues si aquello le ocurrió a las ramas naturales, ¡cuánto más [podría ocurrir] con nosotros, que fuimos injertados en él! (Jerónimo Presbítero, Tratado sobre el salmo 77).

 

Leccionario: Salmo 77, 3 y 4bc. 23-24. 25 y 54 (R: 24b)

Liturgia de las Horas: Salmo 77, 3 y 4bc. 23-24. 25 y 54

[v. 1: Masquil. Di Asaf ]

 

Lo que hemos oído y aprendido,

lo que nos contaron nuestros padres,

lo narraremos a la próxima generación:

son las glorias del Señor y su poder.

 

Mandó a las nubes en lo alto

y abrió las compuertas del cielo:

hizo llover sobre ellos el maná,

les dio como alimento un trigo celestial.

 

Todos comieron un pan de ángeles, les dio comida hasta saciarlos. Los llevó hasta su Tierra santa,

hasta la Montaña que adquirió con su mano.

 

 

 Lo que oímos y aprendimos,

lo que nuestros padres nos contaron,

lo contaremos a la futura generación:

las alabanzas del Señor, su poder.

 

Dio orden a las altas nubes,

abrió las compuertas del cielo:

hizo llover sobre ellos maná,

les dio un trigo celestial.

 

Y el hombre comió pan de ángeles,

les mandó provisiones hasta la hartura.

Los hizo entrar por las santas fronteras,

hasta el monte que su diestra había adquirido

 

 

El ser humano no se mantiene en pie gracias a sus riquezas, ni por su sabiduría, ni menos aun, gracias a sus propias fuerzas.

¿Y, entonces, qué es lo que le permite mantenerse en pie? 

 ¡Su oración!

(Midrash Tehillim 142,1)

 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

 ¡Nos diste!

{espirando}

 ¡Pan del cielo!

 

SUGERENCIA PARA LA JACULATORIA

¡El Señor les dio como alimento // un trigo celestial

 

NOTAS EXEGÉTICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Segundo, en el Salterio, en cuanto a extensión (después del Salmo 119), esta inmensa meditación histórica se va desarrollando como una grandiosa partitura poética destinada a acompañar la trama de la historia de la salvación. También Händel en su oratorio “Israel en Egipto” (1739) se inspiró abundantemente en este poema para la concreción de dicha obra. El tono es más de alabanza que de descripción histórica, porque el Credo de Israel se cimenta en las grandes acciones realizadas por Dios a lo largo de la historia (cf. Josué 24,1-13). Es por esto que su introducción (vv. 1-12) recoge una gran premisa teológica acerca de la «tradición», vale decir, sobre la transmisión fiel y eficaz de la memoria salvífica a través de las sucesivas generaciones. El Credo profesado en el salmo reúne, de manera sumamente libre, tres acontecimientos de la historia santa de Israel: la liberación de la esclavitud egipcia, allí en los campos de Soán, gracias a la epopeya del Éxodo; el don de la tierra de Canaán (vv. 44- 72); y la larga permanencia en el desierto del Sinaí (vv. 12-43). Estamos ante una historia surcada por una serie de rebeliones e incredulidades de Israel, que se hace sordo a las atenciones y apremios del Dios de la Alianza, llegando hasta a provocarlo con sus pecados y olvidos. Pero es, ante todo, y sobre todo, una historia luminosa, en la que brillan las maravillas obradas por el Señor. El poema llegará a puerto con David, símbolo y anticipo del hijo de David (Mc 10,47-48; Lc 1,32, etc.), Rey y Pastor, don prometido y anhelado: ¡el Mesías! (basado en Turoldo-Ravasi).

(b) La memoria es un tema central en la tradición bíblica, esto se desprende, con toda claridad de la experiencia orante de Israel, que al decir de A. Chouraquí, hace siglos que viene recitando los salmos en hebreo, coro al cual responde el eco del coro cristiano, de modo que ambos coros elevan su oración, con voz de cascadas, en una oración que cultiva la memoria de las grandes obras realizadas por el Señor. Esta experiencia es atestiguada, entre otras, por la experiencia monástica, forjada a través de la exigencia de cultivar la oración constante (1 Ts 5,17), en el recuerdo incesante de Dios (memoria Dei) como respuesta a la memoria que Dios tiene del ser humano. Dicha actitud encuentra sus raíces, entre otras, en el salterio, libro de oraciones, por excelencia. A partir de estas consideraciones, nos acercamos al salmo 78 (TM), que constituye una amplia re-evocación de la historia de los orígenes de Israel, leída como dramática contraposición entre «pecado» y «gracia». En este texto emergen las dos coordenadas de fondo de la memoria bíblica: aquella antropológica (el recuerdo de Dios que debe transmitirse de padres a hijos) y aquella teológica (Dios jamás olvida a su pueblo, a pesar de sus pecados): “¡Feliz pecado que nos mereció tan gran Redentor!”.

(c) Alusiones a, o citas de, nuestro salmo en el NT:

77,2 Mt 13,35

 

77,8 Mt 17,17; Hch 2,40

77,15 1 Co 10,4

77,16-20 Jn 7,38

77,24 Jn 6,31; 1 Co 10,3; Ap 2,17

77,29 Mt 14,20; 15,37; Mc 6,42; 8,8; Lc 9,17; Jn 6,11-12

77,37 Hch 8,21

77,44 Ap 16,4

77,60 Jn 1,14

77,68b Ap 20,9

77,71 Jn 21,15-17

Abriré la boca en parábolas, proclamaré las cosas ocultas desde la fundación del mundo

Generación rebelde

Beber de la roca

La fuente de agua viva

El pan venido del cielo

Comieron y fueron saciados

 

El corazón torcido ante Dios

Las aguas transformadas en sangre

El toldo de Dios entre los hombres

La ciudad que Dios ama

Pastorear el rebaño de Dios

 

(d) Nuestro salmo semeja una epopeya abierta sobre nuestra historia, - la de cada uno y la de todos -, abierta sobre Cristo, en cuya Resurrección el Señor despertó como de un sueño, como un valiente vencido por el vino (¡para usar la atrevida imagen que nuestro poeta no tiene empacho en utilizar! Cf. v. 65) que irguiéndose como un héroe, nos abre y precede en el camino hacia la Vida, alimentándonos durante el trayecto con el maná, trigo celestial. Antes de ponernos a cantar orantemente este poema, invoquemos la gracia, para que el Espíritu nos guíe y así no errar el camino, extraviándonos en nuevos y desolados desiertos. 

(e) Si consideramos la «densidad» de la comparecencia de los términos «recordar» (zkr) y «olvidar» (škh) en el salterio, nos encontramos con el siguiente «resultado» (TM):

Sal 42-44: los dos términos se repiten un total de 6 veces (42,5. 7. 10; 44, 18. 21. 25);

Sal 74: 5 veces (74,2. 18. 19. 22. 23);

Sal 77-78: 10 veces (77,4. 7. 10. 12; 78, 6. 11. 35. 39. 42);

Sal 105-106: 8 veces (105,5. 8. 42; 106, 4. 7. 13. 21. 45);

Sal 135-137: 6 veces (135,13; 136,23; 137,1. 5. 6. 7).

A este dato puramente «cuantitativo» debemos agregar otro referente, en sentido amplio, a la presencia de las «evocaciones históricas» en los Sal 44; 74; 78; 105; 106; 136 (cf. también 144; 137). Destaquemos que su ubicación al interior de la estructura de los libros del salterio es significativa:

Sal 42-44: al comienzo del así llamado “salterio elohista” (Salmos 42-83);

Sal 74: al comienzo del 3er libro (Salmos 73-89);

Sal 77-78: al centro de los salmos de Asaf (Salmos 73-83) y, probablemente, al centro del salterio;

Sal 105-106: en la conclusión del 4° libro (Salmos 90-106);

Sal 135-137: entre los salmos de peregrinación (Salmos 120-134) y el último “salterio davídico” (Salmos 138-145).

El tema de la memoria, por tanto, y la evocación de la «historia de los orígenes» de Israel, el éxodo, se presenta en lugares claves de la estructura general del salterio, casi como marcando un ritmo, el ritmo del recuerdo, que no es puramente «repetitivo» sino también progresivo.

Llaman particularmente la atención los Sal 77-78 por su posición central y por el número de las ocurrencias de los dos términos ‘recordar’ y ‘olvidar’ (el más alto entre los registrados). No se nos oculta, el hecho que el Sal 78 es un poema en el que encontramos una de las «narraciones» más extensas de la historia de los orígenes de Israel, de todo el Salterio.

(f) Veamos de qué manera la lectura canónica ayuda a la comprensión de nuestro Salmo. El salterio nace de una meditación, de un recuerdo continuo de Dios, tal como es testimoniado en diversos salmos, hasta mediante poemas sucesivos del Salterio (42; 43; 44; 77; 78; 119; etc.). En otras palabras, el salterio es ya, desde sus orígenes un «libro de la memoria», fruto de la consciencia que Israel tiene de la propia vocación: vivir en el constante recuerdo de las maravillas de Dios (cfr. Ex 13,3; 20,8; Nm 10,9; 15,39. 40; Dt 5,15; 7,18; 8,2. 18; 9,7; 15,15) manteniendo viva esta memoria «en medio de los pueblos» (cfr. Est 4,17k-z; Sal 67,3; 96 3; 98,3; etc.). Justamente por esto, cada persona (cfr. Sal 1,1) es invitada a recorrer su camino, a orar con el pueblo de Dios en su itinerario hacia el Reino.

Prácticamente toda la investigación actual está de acuerdo en que el Salterio, como Libro tiene un portal de entrada (Sal 1 y 2) y un portal de salida a toda orquesta (Sal 146-150), pero ¿posee también un ‘centro’?: todo el Salterio hace memoria, canta y cuenta, orantemente, las maravillas de Dios (mirabilia Dei) y dicho centro lo constituye el salmo 78, que según los cómputos rabínicos está, aun materialmente, en el centro de los 2527 versos que componen el entero libro. Ese centro se presenta como un gran fresco, - ¡para usar una metáfora pictórica! -, de la historia de Israel que desde Egipto y el Sinaí llega a culminación con la elección del mesías davídico (Sal 89; 132), el pastor sabio, que los pastoreó con integridad de corazón (Sal 78,72)[1].

 

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Nota: Numerosos textos bíblicos son citados, a modo de referencia, tanto en los textos que anteceden esta sección como en los que siguen. Consultándolos podrá completar el polifacético eco bíblico suscitado por nuestro poema. 

Deuteronomio 32,1-2: Escucha, cielo, y hablaré. oiga la tierra las palabras de mi boca. Que mi enseñanza descienda como lluvia y mi palabra caiga como rocío como aguacero sobre la hierba como chaparrones sobre el pasto.

Proverbios 7,24: Y ahora, hijo mío, escúchame, y presta atención a las palabras de mi boca (cfr. Pr 22,17).

El evangelio de Mateo 13,34-35 describe, -de manera sintética-, la actividad de Jesús, como narrador de parábolas citando el v. 2 de nuestro salmo, mediante una de sus típicas fórmulas de cumplimiento:

Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta [David]: “abriré la boca en parábolas, declararé cosas que estaban ocultas desde la fundación[2] [del mundo]”.

Mateo traduce el verso del salmo de una manera peculiar suya, sensiblemente distinta a la de los LXX. Tales variantes subrayan la importancia que la polaridad «oculto-revelado» (Mt 5,14; 6,4. 6; 10,26; 11,25; 13,44; 25,18. 25) y su relación con el origen (Mt 25,34) tienen en el primer evangelio (cfr. también Lc 11,50; Gn 17,24; Ef 1,4; 4, 3; Hb 9,26; 11,11; 1 P 1,20; Ap 13, 8; 17, 8). Estas pocas observaciones abren ante nosotros dos escenarios de comprensión:

Jesús es visto como aquel que cumple lo enunciado en el Sal 78,2, sea porque prosigue y lleva a «perfección» la actividad del salmista (profeta y sabio que instruye/amonesta), sea porque revela el sentido último del «relato de los orígenes», revela la forma última y definitiva del actuar de Dios en la historia. En este sentido, el corrimiento de sentido de los «orígenes» (en hebreo: qdm) a la «fundación del mundo» (en griego: katabole) sirve para sacar a luz el desplazamiento en el “eje” del discurso: de la elección de un pueblo como revelación de la misericordia de Dios hacia el hombre a la revelación de la raíz última de tal misericordiosa manera de actuar, que, en último análisis, es Jesús en persona (cfr. Mt 11,25; 13, 44), dado que en su actividad el Maestro “relata [en] parábolas”, actividad típica de profetas y sabios en el Primer Testamento. A su vez, a los testigos y escuchas de sus palabras se les pide las mismas cualidades que a los orantes del salmo 78, sobre todo en relación a la memoria y a la tradición. Siendo Jesús la ‘forma’ última y plena de la historia de Dios con la humanidad, -es decir de la alianza-, los discípulos son exhortados, a recordar y a relatar, re-contando sus palabras y dando testimonio de las maravillas obradas por él (cfr. Mt 13,3-23), de generación en generación (cfr. Mt 28,20) [basado en M. Pavan].

 

DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Misna (Ab 6,10): Cinco adquisiciones hizo en este mundo el Santo, -¡bendito sea!-. Estas son: la Torá; una adquisición; cielos y tierra, una adquisición; Abrahán, una adquisición; el Templo, una adquisición; la Torá, una adquisición. ¿De dónde consta? En cuanto que está escrito. (...) El Templo, una adquisición, ¿de dónde consta? En cuanto que está escrito: el templo del Señor, que prepararon sus manos (Ex 15,17). Está también escrito: los llevó hasta el extremo de su santuario, este momento lo adquirió su diestra (Sal 78,54).

Talmud de Babilonia (bMoed. Taanith 30): Rabí Amí dijo: una oración sólo es escuchada cuando [la persona] tiene el alma en su mano, pues está dicho: Levantemos nuestros corazones y elevemos nuestras manos (Lm 3,41). Por su parte, Rabí Samuel ben Nahmani tenía a su lado a un entendido en la Misna que hizo el siguiente comentario: Lo engañaban con sus bocas, sus lenguas mentían: su corazón no tenía firmeza hacia él, ni eran fieles a su alianza. Sin embargo, él, en su misericordia, perdonaba su iniquidad (Sal 78,36-38). Este pasaje no contradice la afirmación [que antecede]. Aquel se refiere a la oración individual, mientras que este último texto se aplica a la oración colectiva.

Midrash Tehillim (interpretación homilética de los salmos):

V. 1. Un poema de Asaf. Escucha atentamente mi Torá, pueblo mío, inclinen su oído [para escuchar] las palabras de mi boca. Esto es lo que dice la Escritura: ten cuidado, y vigila cuidadosamente tu alma, para que no olvides las cosas que has visto con tus propios ojos, ... el día en que estabas delante del Eterno, tu Dios, en el Horeb (Dt 4,9. 10). El Santo, -¡bendito sea!-, hizo Alianza con los Israelitas sólo por causa de la Torá, para que jamás se fuera a caer [de su boca], cayendo en el olvido. Y por eso se dice, v. 5: Y puso su testimonio en Jacob y la Torá es un [re]medio de salvación en Israel, pues está dicho: porque sus descendientes no habrán olvidado la simiente salida de su boca (Dt 31,21). ¡Qué ninguna persona te diga: los Salmos no son Torá! Son Torá, y también los Profetas son Torá. Por eso se dice: Escucha atentamente mi Torá, pueblo mío. Y no sólo las palabras, sino también los enigmas y las parábolas son Torá. Y el Santo también le habló así, -¡bendito sea!-, a Ezequiel: Hijo de hombre, plantea un enigma y narra una parábola (Ez 17,2). E igualmente le habló a Salomón: para entender las parábolas y explicar las sentencias, las palabras de los sabios y sus enigmas (Pr 1,6). Por eso se dice en el v.2 : Por eso abriré mi boca en parábolas, derramaré enigmas de tiempos antiguos.

 

Desarrollo del Salterio según la tradición hebrea (A. Chouraqui)[3]

Itinerario

La noche

La aurora

El mediodía

El reino

La apoteosis

 

Libros del Salterio

Sal 1----Sal 41

Sal 42---Sal 72

Sal 73---Sal 89

Sal 90-Sal 106

Sal 107--Sal150

 

Salmo central:

 

Obra maestra

22

 

[23]

51

 

[68]

78

 

[89]

103

 

[90-101]

Los “tres”

Hallel

 

 

 

 

 

 

Desarrollo:

 

 

Descripción guerra Justo

contra

Réprobo

 

Acento dominante: dolor y sufrimientos

 

El Libro concluye junto al lecho del Justo moribundo (41)

Universo con acentos más serenos.

Ya no guerra, sino exilios del alma. La noche se ilumina aparece una cierta alegría. La confesión de David atrae el Espíritu Santo sobre su corazón quebrantado (51)

En el centro tenemos al Sal 78, la “mitad exacta” de todo el Salterio: relata toda la saga desde salida de Egipto hasta la elección tribu de Judá y de David. También. aquí un Salmo mesiánico (89), concluye el Libro (= que Sal 72 el 2º.

Sus 17 Salmos nos introducen en la victoria del Reino de Dios. Los sufrimientos parecen superados. La admirable serie 90-101 anuncia con todos los tonos el Reino. Los lamentos del Sal 102 muestran que no todo es así.

113-118: (Hallel egipcio)

119

120-135

136:

(gran Hallel)

145:

(alabanza)

146-150:

(Hallel final)

 

 

Características

 

mayores:

Guerra del Réprobo contra el Justo

Larga agonía del Justo

Los exilios

del

alma

Memorial

meditativo del pasado, en espera de los “últimos tiempos

 

La victoria

del

Reino de Dios

 

“crescendo sostenido”

Escalando las altas cumbres, antes de alcanzar la cima

 

 

 

Precisiones:

Centrado en el tema de la lenta agonía del Justo y sus patéticos llamados de socorro a Dios; su lucha heroica contra muerte e iniquidad.

El intenso Salmo 68 resume los acentos de toda la obra: exilio; Dios libera; desierto; asalto furioso de los enemigos ; guerra escatológica; derrota de los enemigos; marcha triunfal hacia Jerusalén

“Placa central” del Salterio, alrededor de la cual gira: la maciza, imponente e. implacable meditación sobre el pasado, en espera de los “últimos tiempos”.

 

Al observar la importancia de los Sal 72 y 89, se descubre la clave mesiánica del Salterio, ya propuesta en el Sal 2, cuyo eco es el Sal 149.

El pobre (Sal 102) testimonia que Jerusalén debe aun ser reconstruida. La serie concluye, después de destacar el amor de Dios, hecha patente tanto en la historia como en la creación (Sal 103-105), desde una intensa súplica: ¡reúnenos Señor de todos los países! (106,47).

Este 5º Libro nos lleva a escalar las cumbres más altas de la montaña santa. El libro, musicalmente hablando, semeja un “crescendo sostenido”. Se van sucediendo los Aleluya, especialmente en los 3 Hallel: 113-118; 136 y 146-150; la letanía de la Torá (119) y los Salmos de peregrinación (120-134).

 

El primer Libro es el de la noche; en el segundo ya se ve despuntar la aurora, mientras en el tercero nos encontramos en pleno mediodía; el cuarto nos introduce en el Reino de Dios, mientras el quinto constituye la apoteosis con sus Aleluya y su allegro final.

 

 LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Orígenes: No piensen que sólo en aquel tiempo Moisés condujo al pueblo fuera de Egipto: también ahora Moisés, esto es, la Ley de Dios, que tenemos con nosotros -tenemos en efecto a Moisés y los profetas-, quiere sacarte de Egipto. Si la escuchas, quiere llevarte lejos del Faraón; desea arrancarte del trabajo del barro y de las pajas si escuchas la Ley de Dios y la entiendes espiritualmente. No quiere que permanezcas en las obras de la carne y de las tinieblas, sino que salgas al desierto, que vengas a un lugar libre de las perturbaciones y fluctuaciones del mundo, que vengas a la quietud del silencio. En efecto, las palabras de la Sabiduría se aprenden en el silencio y en la quietud

Basilio de Cesaréa: Ante todo hay que considerar que nadie podrá cumplir lo que se prescribe acerca del amor de Dios y del prójimo ni ningún otro mandamiento, si el espíritu vaga entre varias y diversas ocupaciones, ni pueden alcanzar ninguna habilidad ni una disciplina de trabajo los que frecuentemente pasan de una a otra cosa, debemos, pues, custodiar nuestro corazón con todo cuidado, para que los malos deseos y los pensamientos sórdidos no aparten ni arrojen de nuestra alma el deseo de Dios; sino que al contrario, por el asiduo recuerdo y memoria de Dios grabemos, por así decir, en nuestra alma como con un sello su forma y su figura, de modo que no pueda ser destruida por ninguna perturbación. Así, pues, se enciende también en nosotros el deseo de la divina caridad: cuando su frecuente recuerdo ilustra la mente y el espíritu, y somos elevados e impulsados a la práctica de los mandamientos de Dios, y, a su vez, por las mismas obras de caridad el amor de Dios se conserva y aumenta en nosotros. Y pienso que el Señor quiere mostrar esto cuando dice: Si me aman, y guardan mis mandamientos, y en otro lugar: Si hacen lo que yo les digo, permanecerán en mi amor, como yo guardé los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Gregorio de Nisa: El espíritu del mal produce la desobediencia en los hijos. Pero él, enraizado en casa de Dios, como un olivo colmado de frutos (Sal 51,10), pronuncia contra el tirano los discursos oídos en el salmo, diciendo: ¿por qué te envalentonas de la maldad (Sal 51,3) oh Señor de la iniquidad (ibid. LXX), cuya lengua como hoja afilada aleja a aquellos a los que se acercan a la belleza de la cabellera, eliminando los siete recuerdos en los que reside nuestra fuerza? Tú, bien conoces el significado de los siete recuerdos espirituales, en la huella de Isaías (Is 11,3), que enumera la séptuple gracia del Espíritu. Cortados estos, como le ocurrió a Sansón (Jc 13,5-7; 16,17), viene a continuación la pérdida de los ojos convirtiéndonos en objeto de burla por parte de los enemigos cuando están ebrios.

Ambrosio de Milán: Dice así [el salmo]: Tus preceptos eran cantares para mí en el lugar de mi peregrinación (Sal 118,52). Con razón no se desanimaba en sus peregrinaciones, se apartaba de los soberbios y no se conmocionaba viendo la prosperidad y el éxito de éstos. Se consolaba con los juicios celestiales (cfr. Sal 118,52), se angustiaba ante los pecados de los demás porque los preceptos de Dios eran cantares para él. Nosotros solemos cantar lo que tenemos bien grabado, y con el canto se graba aún más en nuestra mente. No recorramos con negligencia el texto que leemos, para que no parezca que sólo viene a nuestra memoria mientras lo leemos, sino también cuando no tenemos el libro en las manos, como algunos animales -reconocidos y considerados puros según la Ley- que aun cuando no pastan, continúan rumiando (cfr. Lv 11,3), tomando el alimento almacenado en su interior. Así también nosotros saquemos del depósito de nuestra memoria, de nuestro interior, el alimento espiritual y rumiémoslo. Que los preceptos del Señor sean para nosotros himnos, cánticos, salmos. Cantemos salmos con el espíritu, cantemos salmos también con la inteligencia (cfr. 1 Co 14,15) no sea que si nos olvidáramos, se nos diga a cada uno de nosotros en el momento del aprieto: Echaste mis palabras a tus espaldas (Sal 49,17). Por eso, para alejar y eliminar de su santa Casa el olvido, el verdadero Salomón instituyó cantores (cfr. 2 Cro 5,12), que con todo su espíritu procuraran penetrar en el conocimiento de la divinidad, para que no faltaran en su Iglesia salmistas que con su canto pusieran en fuga al espíritu del mal, como nos lo enseña el ejemplo de David. En efecto, cuando éste tocaba la cítara, era expulsado el espíritu malo que atormentaba el corazón del rey Saúl (cfr. 1 S 16,23). También los Profetas para profetizar hacían salmodiar a un experto salmista (cfr. 2 R 3,14) para que la gracia espiritual se derramara en ellos, atraída por la suave dulzura del canto. Y en el Evangelio leemos que cuando aquel padre hubo recuperado a su hijo, mandó tocar música (cfr. Lc 15,25) que deleitaba a los fieles durante el banquete, pero que el incrédulo escuchaba sin resignación. Dulce es la canción que no debilita el cuerpo sino que fortalece la mente y el espíritu. Por esto llamamos canto al Testamento del Señor: porque con el suave júbilo del espíritu cantamos en los textos del Evangelio el perdón de todos los pecados y los preceptos del Señor. El mismo Señor se dignó decir: Les cantamos y ustedes no se pusieron a bailar (cfr. Lc 7,29). Nos cantó en el Evangelio la remisión de las culpas.

[Descubre que los sacramentos de la Iglesia son superiores a los de la Sinagoga]: La verdad que es admirable que Dios haya hecho llover maná para nuestros padres y que hayan sido alimentados con alimento cotidiano del cielo (cfr. Ex 16,4-36). Por eso se ha dicho: El hombre comió pan de los ángeles (Sal 77,25). Pero sin embargo, todos los que comieron ese pan en el desierto murieron. En cambio, este alimento que recibes, este Pan vivo bajado del cielo, suministra la sustancia de la vida eterna y quien lo como no morirá jamás (Jn 6,44. 59). Es el cuerpo de Cristo. 

Jerónimo Presbítero: Si somos cristianos, y lo somos por haber recibido el bautismo de Cristo, y no sólo lo confesamos, sino que también lo profesamos -, dado que realmente somos cristianos debemos creer a los evangelistas. En el evangelio según Mateo (13,34 ss.), se dice: habiendo hablado nuestro Señor y Salvador por medio de parábolas y no habiendo ellos entendido, y lo que sigue, a continuación se añade. ¿Qué es lo que acota el evangelista? Todo esto tuvo lugar para que se cumpliera lo que está escrito: “Abrí mi boca con parábolas, expondré desde el comienzo mis designios” (Sal 77,2).

Agustín de Hipona: Y se despertó el Señor como quien duerme. Parece que duerme cuando entrega a su pueblo a manos de aquellos a quienes aborrece, para que se les apostrofe: ¿Dónde está tu Dios? Se despertó, pues, como quien duerme, como valiente cargado de vino (Sal 77,65). ¡Nadie se atrevería a decir esto de Dios a no ser el Espíritu Santo!

Juan Casiano: Dijo el abad Pafnucio: “Hay tres géneros de vocación y hay asimismo tres modos de renuncia. Las tres son necesarias al monje, sea cual fuere el rango de su vocación. Hay, entonces, tres géneros de llamamiento o vocación: el primero, cuando nos llama Dios directamente; el segundo, cuando Dios nos llama por medio de intermediarios, y el tercero, por necesidad. Examinemos esto con detención. (...) De esta vocación, motivada por la necesidad, en­contramos frecuentes ejemplos en la Escritura. (...) Veamos las palabras de algunos salmos que aluden a casos semejantes: Cuando los hería de muerte, lo buscaban, se convertían y se volvían a Dios. Y se acordaban que Dios era su amparo, y el Dios altísimo, su Redentor (Sal 77,35-36) Y también: Y clamaron al Señor en sus angustias, y los libró de su tribulación (Sal 106, passim).

Casiodoro: David es aquí Cristo, porque este salmo sigue siendo una parábola. Como David fue pastor antes de ser rey, así es nuestro Salvador, rey de reyes. El exordio del salmo... nos anuncia que hablará en parábolas. Nos agrada la prolijidad que, al contarnos la historia, revela la gracia del Nuevo Testamento. Como el agua del mar refleja tantas luces cuantos son sus temblores, así el salmo a ratos emite un centelleo deslumbrante, a ratos envuelve en sombra la luz. Lo hemos oído en el Antiguo Testamento, lo hemos conocido en el Nuevo, cuando todo se ha cumplido en Cristo.

Regla Benedictina: Escucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón; recibe con gusto el consejo de un padre piadoso, y cúmplelo verdaderamente.

 

ORACIONES SÁLMICAS 

Conocemos, Dios todopoderoso, los prodigios que obraste con tus padres: guíanos también a nosotros de día con tu gracia y de noche el resplandor de tu rostro, hasta que pasemos, ayudados por ti, el mar de este mundo y entremos en la tierra de tus promesas. (Serie A).

Dios misericordioso y de amor siempre fiel: vence con tu fidelidad nuestra inconstancia y con tu paciente misericordia nuestras humillantes incoherencias. (Serie B). 

Fortalécenos, Dios todopoderoso, con el alimento del maná espiritual y concédenos que guiados por tus manos llenas de sabiduría, nos gloriemos en el monte que adquiriste con mano poderosa y brazo extendido. (Serie romana).

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA!

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

 ¡Nos diste!

{espirando}

 ¡Pan del cielo!

 



[1] Cf. más abajo el cuadro basado en los escritos de A. Chouraqui.

[2] No podemos olvidar toda la polémica suscitada por R. Girard, El chivo expiatorio, Barcelona 1986.

[3] Basado en: Le Cantique des Cantiques suivi des Psaumes,  traducidos y presentados por André Chouraqui, Presses Unervisitaires de France, 17ª edición, 1970, pp. 83-361, teniendo en cuenta la edición de 1993 en las ediciones Jean-Claude Lattès.