DOMINGO 16° DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"

Jesús, el Buen Pastor. Hacia 250-300. Catacumba de Priscila, Roma.

 

Salmo 22 (23)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

¿Cuántas veces oías el Salmo 22 y resultaba que no lo entendías? Mira cómo se aplica a los sacramentos celestiales. (...) Recuerda, pues, que recibiste el sello del Espíritu, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de santo temor (Is 11,2-3), y guarda lo que has recibido. Te ha sellado Dios Padre, te ha confirmado Cristo Señor, y el Espíritu ha sido dado como prenda a sus corazones como enseña el Apóstol (2 Co 1,21-22). El pueblo, lavado y enriquecido con estas señales se dirige hacia el altar de Cristo diciendo: Me acercaré al altar de mi Dios, al Dios que alegra mi juventud (Sal 42,4). Porque, una vez depuestos los vestidos del antiguo error, y renovada en juventud como el águila (cf. Sal 102,5), se apresura a acercarse al banquete celestial. Viene, entonces, y al ver el sacrosanto altar convenientemente preparado, exclama: ¡preparado ante mí una mesa! A este [pueblo] es a quien hace hablar David, cuando dice: El Señor me apacienta y nada me faltará; sobre verdes prados me hizo recostar. Me condujo al agua que restaura. Y más abajo continúa: Pues aunque camine entre las sombras de la muerte, nada temeré porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mi consuelo. Has preparado delante mío una mesa contra los que me atribulan Has ungido con óleo mi cabeza y ¡qué preciosa es tu copa embriagadora! (Sal 22,5. 1-2. 4-5 LXX) [Ambrosio de Milán, Los Sacramentos V,13; Los Misterios VIII,42-43].

 

Salmo: 22(23),1-3a. 3b-4. 5. 6 Leccionario

Salmo: 22(23),1-3a. 3b-4. 5-6 Liturgia de las Horas

1 [Salmo. De David]

 El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

2 Él me hace descansar en verdes praderas.

 Me conduce a las aguas tranquilas

3a y repara mis fuerzas;

 

3b Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.

4 Aunque cruce por oscuras quebradas,

 no temeré ningún mal, porque

 

Tú estás conmigo:

 

 tu vara y tu bastón me infunden confianza

 

5 Tú preparas ante mí una mesa,

 frente a mis enemigos;

 unges con óleo mi cabeza

 y mi copa rebosa.

 

6 Tu bondad y tu gracia me acompañan

 a lo largo de mi vida;

 y habitaré en la Casa del Señor,

 por muy largo tiempo.

 

1

El Señor es mi pastor, nada me falta:

2 en verdes praderas me hace recostar;

 me conduce hacia fuentes tranquilas

3a y repara mis fuerzas;

 

3b me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

4 Aunque camine por cañadas oscuras,

 nada temo, porque

 

tú vas conmigo:

 

tu vara y tu cayado me sosiegan.

 

.5 Preparas una mesa ante mí

 enfrente de mis enemigos;

 me unges la cabeza con perfume,

 y mi copa rebosa.

 

6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan

 todos los días de mi vida,

 y habitaré en la casa del Señor

 por años sin término.

.

 

«La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un “recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”: “Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar”» (Catecismo de la Iglesia Católica 2697).

 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

 ¡El Señor es mi pastor!

{espirando}

 ¡nada me falta!

 

SUGERENCIA PARA LA JACULATORIA

¡El Señor es mi pastor! //¡nada me falta!,

o bien: ¡El Señor es mi pastor! //¡nada me puede faltar!

 

NOTAS EXEGÉTICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) «El centenar de libros que he leído no me han proporcionado tanta luz y tanto consuelo como estos versos del Salmo 23». Este testimonio del filósofo francés H. Bergson expresa límpidamente la fascinación constante ejercida sobre los lectores por este poema estudiadísimo y amadísimo y del cual la liturgia se hace eco continuamente. Son dos las unidades simbólicas que gobiernan esta poesía: la primera es aquella pastoral, tan querida para la tradición bíblica y oriental en general (cf. Ezequiel 34 y Juan 10), la segunda es la de la hospitalidad (la mesa, el oleo perfumado, la copa que rebosa), signos de intimidad. El pastor no es solamente un guía, es también compañero de viaje para el cual sus tiempos son los del rebaño; sus riesgos, su sed, su hambre se identifican plenamente con los de sus ovejas, sin olvidar el calor agobiante La invitación del hospedero, tan generosa que la copa rebosa; comida que evoca el sacrificio de comunión en el Templo que incluía un banquete sagrado con la carne de la víctima inmolada. Ambos símbolos hablan, por tanto, de comunión y de intimidad entre Dios y el ser humano: «Tú siempre estás conmigo» (v. 4). Por tanto, la palabra decisiva del salmo y la actitud de fondo la constituye la confianza (basado en Turoldo-Ravasi).

(b) La metáfora del pastor que conduce su rebaño, profundamente arraigada en la experiencia de los “arameos nómadas” (Dt 26,5) que fueron los patriarcas de Israel en medio de una civilización de pastores (cf. Gn 4, 2), expresa admirablemente dos aspectos, aparentemente contrarios y con frecuencia separados, de la autoridad ejercida sobre los hombres. El pastor es a la vez un jefe y un compañero. Es un hombre fuerte, capaz de defender su rebaño contra los animales salvajes (1 S 17,34-37; cf. Mt 10,16; Hch 20,29); es también delicado con sus ovejas, conociendo su estado (Pr 27,23), adaptándose a su situación (Gn 33,13s), llevándolas en sus brazos (Is 40,11), queriendo con cariño a una u otra “como a su hija” (2 S 12,3). Su autoridad no se discute, está fundada en la entrega y en el amor. En el antiguo Oriente (Babilonia, Asiria) los reyes se consideraban fácilmente como pastores, a los que la divinidad había confiado el servicio de reunir y de cuidar las ovejas del rebaño. Sobre este fondo detalla la Biblia las relaciones que unen a Israel con Dios, a través de Cristo y sus delegados.

En la época de Cristo no se juzgaba positivamente a las personas que ejercían el oficio de pastores. Se los asimilaba a ladrones y a matones, pero se guardaba presente en la memoria la profecía del pastor que debía venir. Jesús la cumple; parece incluso haber querido situar a los pastores entre los “pequeños” que, como los publicanos y las prostitutas, reciben de buena gana la Buena Noticia. En este sentido se puede interpretar la acogida que los pastores de Belén reservaron a Jesús, nacido probablemente en su establo (Lc 2,8-20). Jesús, fiel a la tradición bíblica, pinta la solicitud misericordiosa de Dios con los rasgos del pastor que va en busca de la oveja perdida (Lc 15,4-7). Sin embargo, en su persona es en la que se realiza la espera del buen pastor, y él es quien delega a ciertos hombres una función pastoral en la Iglesia (Vocabulario Teología Bíblica. Cf el resto de esta voz).

(c) Alusiones a, o citas de, nuestro salmo en el NT:

22,1 Jn 10,16

22,2 Jn 4,10-15

22,2 Jn 6,10

22,2 Ap 7,17

22,5 Lc 7,46

Dios Pastor; Jesús Buen Pastor...

El don del agua

La hierba fresca

El pastor conduce a las fuentes de agua

El aceite derramado sobre a cabeza

 

(d) Tomando la Iglesia como sacramento fundamental, podemos aplicarle la imagen del rebaño en camino, acompañada de la bondad y lealtad de Dios, hasta llegar definitivamente a la casa del Padre. En este camino, los sacramentos la confortan: agua que hace revivir, pan y copa de la eucaristía, unción. Así han leído este salmo los antiguos, y la liturgia lo conserva como salmo sacramental. La razón es que varios sacramentos recurren a símbolos arquetípicos, sencillos y ricos. El problema de su realización concreta, adaptada a cada cultura, es desafío y tarea del presente y el futuro, no es problema al que responda nuestro salmo con soluciones hechas. El símbolo hace pensar (Ricoeur): esta sinfonía de símbolos que es el Sal 23(22), hace pensar mucho (L. Alonso Schökel).

(e) El estudio actual del Salterio subraya sus características de ser un “verdadero libro”, mediante una lectura canónica del mismo pone de relieve que el tener en cuenta el orden de los 150 salmos tiene gran importancia para su interpretación. De esta forma se retoma la manera patrístico-monástica de rezar los salmos, haciendo coro a la forma de su utilización orante en la tradición hebrea. Lo cual no obsta para que el Midrash Tehillim, parafraseando un texto de Job, sostiene que: “el hombre no conoce el orden” (Jb 28,13): es decir, no sabe reconocer cuál sea el orden del Salterio. No que este orden no exista, pero que el descifrarlo es humanamente inalcanzable. Dice Rabí Elazar: “Los textos de la Torá (en este contexto, cada uno de los salmos) no nos fueron dados en una secuencia ordenada, porque si se nos hubieran dado en un orden [perfecto], quien las leyera sería capaz de resucitar a los muertos y realizar [muchos] otros prodigios”. Con esto, se afirma la razón por la cual el orden de los Salmos permanece intangible: es por así decirlo, un secreto teológico. Por su parte, san Agustín llega a una conclusión similar, puesto que tampoco niega que exista tal orden, sino que puntualiza, aun no haber sido capaz descubrirlo, no obstante haberse ocupado de los salmos a lo largo de toda una vida: “El orden de los salmos, que estimo contiene un secreto de suma importancia, aun no me ha sido revelado”[1]. Esta breve anotación es en extremo interesante. El más grande comentarista del Salterio de toda la antigüedad tiene la clara percepción que éste posee un orden, y, más aun, que tal orden posee máxima importancia, tanto que lo califica como un “secretum magni sacramenti”, es decir, un secreto teológico cuasi sacramental, si bien se ve obligado a confesar humildemente que aun no lo ha podido descifrar (inspirado en A. Mello).

(f) Veamos de qué manera la lectura canónica ayuda a la comprensión de nuestro Salmo. Se señala, en dicha lectura, que los salmos 15-24 (numeración TM) constituyen una unidad de composición concéntrica en torno a un salmo de alabanza a la palabra del Señor en la creación y en la Torá (Sal 19), teniendo en sus extremos dos liturgias de entrada (Sal 15; 24), sobre los cuales, a manera de una antigua torre mesopotámica en escalones, tenemos dos salmos, -individuales-, de confianza (Sal 16; 23), dos súplicas individuales (Sal 17; 22), tres salmos reales de acción de gracias (uno de un lado, el Sal 18, y dos poemas gemelos por el otro, los Sal 20 e 21). El Sal 19 -en la cumbre- circundado por tres salmos reales: palabra del Señor y su soberanía a través del rey están mutuamente relacionadas.

Nuestro salmo responsorial forma parte del grupo de los Sal 22-24. Las instrucciones para el ingreso en el santuario mencionadas en el salmo 24,3-5) llevan a conclusión un gran arco que tiene sus inicios en el Sal 15, en respuesta a la pregunta: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? (Sal 15,1), responde como en un eco: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? (Sal 24,3). Vemos que una motivación une entre sí a los Sal 22-24: la peregrinación de los pueblos. En Sal 22,28 se afirma: volverán al Señor todos los confines del orbe; en su presencia se postrarán todas las familias de los pueblos. En el Sal 23,1 la metáfora del ‘pastor’ rememora la metáfora del ‘rey’, y más adelante, el v. 5 (preparas una mesa ante mi), lleva a cumplimiento la promesa del gran banquete anunciado en Sal 22,27: los pobres comerán hasta saciarse. Y aquellos que al final de los tiempos se lleguen al monte del Señor, (24,3) son,- según el texto hebreo -, aquellos que desean ver tu rostro, Jacob (Sal 24,6b), es decir, los pueblos no judíos. Y en Jerusalén los paganos podrán contemplar algo jamás visto: la gloria del hijo de David (Sal 18) que en realidad es la del Servidor sufriente[2] (Sal 22), el Israel auténtico purificado por las persecuciones, Jesucristo sobre el monte Calvario, fuera de las puertas de Jerusalén, sacrificado sobre un altar del cual no tienen derecho de participar aquellos que están al servicio del Tabernáculo (Hb 13,10), el nuevo Templo, sin muros de separación, al cual tendrán acceso todos los que buscan al Señor (Sal 24,6a), judíos y paganos (inspirado en F. Delitzsch).

 

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Números 27,15-17: Moisés dijo al Señor: “Que el Señor, el Dios que anima a todo viviente, ponga al frente de esta comunidad a un hombre que la guíe en todos sus pasos y al que ellos obedezcan en todo. Así la comunidad del Señor no estará como una oveja sin pastor”.

Isaías 25,6-7: El Señor de las constelaciones ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados.

Isaías 49,8-10 : Así habla el Señor: En el tiempo favorable, yo te respondí, en el día de la salvación, te socorrí. Yo te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las herencias devastadas, para decir a los cautivos: «¡Salgan!», y a los que están en las tinieblas: «¡Manifiéstense!». Ellos se apacentarán a lo largo de los caminos, tendrán sus pastizales hasta en las cumbres desiertas. No tendrán hambre, ni sufrirán sed, el viento ardiente y el sol no los dañarán, porque el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta las vertientes de agua.

Ezequiel 34,10-13: Así habla el Señor: Aquí estoy yo contra los pastores. Yo buscaré a mis ovejas para quitárselas de sus manos, y no les dejaré apacentar mi rebaño. Así los pastores no se apacentarán más a sí mismos. Arrancaré a las ovejas de su boca, y nunca más ellas serán su presa. Porque así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los torrentes y en todos los poblados del país.

Ezequiel 34,310: Ustedes, ovejas mías, son el rebaño que yo apaciento, ustedes son hombres y yo soy su Dios –declara el Señor–.

Salmo 77,21: Tú guiaste a tu pueblo como a un rebaño, por medio de Moisés y de Aarón.

Salmo 80,2-3: Escucha, Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño; tú que tienes el trono sobre los querubines, resplandece entre Efraím, Benjamín y Manasés; reafirma tu poder y ven a salvarnos.

Salmo 99,3 : Sepan que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño (cf. Sal 73,1; 94,7).

Salmo 118,176: Me extravié como oveja perdida: busca a tu servidor, que no olvida tus mandatos

Cantar de los Cantares 1,8: Si tú no lo sabes, ¡la más bella de las mujeres! sigue las huellas del rebaño y lleva a pastar tus cabritos junto a las cabañas de los pastores.

Mateo 22,1-3: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados (…): “Mi banquete está preparado, (…) y todo está a punto: Vengan a las bodas”.

Marcos 6,34: Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Lucas 15,3-6: Jesús les dijo entonces esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido” (cf. Mt 18,12-14).

Juan 10,14-15: Yo soy el buen Pastor/el Pastor hermoso: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

2 Corintios 1,21-22: Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu.

1 Pedro 2,25: Ustedes antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de sus almas.

1 Pedro 5,1-4: Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Pastor de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.

Apocalipsis 7,14-17: Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono habitará con ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos. 

 

DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Midrash Tehillim (interpretación homilética): El Señor es mi pastor, hay que interpretarlo a la luz del verso: ¡Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado, que apacienta su rebaño entre los lirios! (Ct 2,16). La asamblea de Israel dice del Santo -sea bendito-: Como Él ha sido mi Dios, yo seré su pueblo. Él es mi Dios: Yo soy el Señor tu Dios (Ex 20,2), y yo soy su pueblo: Pueblo mío, escucha mi voz (Is 51,4). Él es mi padre: Porque he sido un padre para Israel (Jr 31,9), y yo soy su hijo: Mi hijo primogénito es Israel (Ex 4,22). Él es mi pastor: ¡Pastor de Israel, escucha! (Sal 80,2), y yo soy su rebaño: Tú eres mi rebaño, el rebaño que yo apaciento (Ez 34,31).

No existe en el mundo trabajo más despreciable que el del pastor[3], que todos los días debe andar dando vueltas provisto de mochila y bastón , y sin embargo David osó llamar así al Santo, -¡bendito sea!-.

RASHI: En el desierto en el que me adentro, tengo plena confianza que nada me faltará.

IBN-EZRA: Este salmo posee un significado muy profundo. David se compara a una oveja que confía en su pastor. Como Dios es mi Pastor, teniéndolo a él nada me falta.

RADAK: El Rey-Mesías será el pastor sobre la tierra, tal como Dios es el Pastor celestial

An. Chouraqui: La reintegración de los pueblos (cf. Sal 21[22],28): Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia ) en el seno de la unidad precede la evocación del Buen pastor. Dios es el pastor de aquellos que él conduce a las sobrenaturales regiones de su paz. Nada puede perturbar a quien ha bebido el vino de su gracia. La mueca del condenado (Sal 21[22],22) ha desaparecido, el miedo a la muerte se ha desvanecido como un sueño ante la presencia de la eternidad.

 

 LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Orígenes: Cristo camina delante, tal como corresponde a un pastor; va trazando el sendero para que las ovejas no tengan más trabajo que el de ir poniendo sus pies en sus huellas; más tarde invitará a la mesa a sus amigos.

Gregorio de Nacianzo: Me conduce a verdes praderas, apaga mi sed con su agua, lucha por nosotros contra las bestias feroces, busca las extraviadas, reconduce a las que se han perdido, cura las heridas, fortalece a las débiles y con su arte de pastor, nos reúne en el corral de la vida eterna.

Gregorio de Nisa: A través de este salmo, Cristo enseña a la Iglesia que tú debes convertirte en una oveja del buen Pastor, guiada por la buena catequesis vas hacia las praderas y las fuentes de la enseñanza. Es necesario que seas sepultado con él en la muerte a través del bautismo. A continuación, después de haberte consolado con el cayado del Espíritu, él prepara la mesa sacramental (...). Después el [te] unge con la unción del Espíritu y te proporciona el vino que llena de alegría al corazón humano, provocando en el alma una sobria ebriedad.

Cirilo de Jerusalén [...] No debes considerar el pan y el vino (de la Eucaristía) como elementos sin mayor significación. Pues, según la afirmación del Señor, son el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque ya te lo sugieren los sentidos, la fe te otorga certidumbre y firmeza. No calibres las cosas por el placer, sino permanece seguro por la fe, más allá de toda duda, de que has sido agraciado con el don del cuerpo y de la sangre de Cristo. La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: Tú preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos (Sal 22,3-5). Lo cual quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los hombres una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo. Pero, una vez que llegaste, Señor, has preparado una mesa ante mí. Y cuando el hombre dice a Dios: has preparado ante mí una mesa, ¿qué otra cosa significa que la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado frente a los enemigos, los contrarios, es decir, frente a los demonios? Y así es, en efecto, pues aquella mesa mantenía la comunión con los demonios, pero ésta la mantiene con Dios. Unges con óleo mi cabeza. Con óleo ungió tu cabeza en la frente mediante el sello que tienes de Dios, para que Dios te santifique y te hagas imagen de lo que el sello expresa. Mi copa rebosa. Se trata del cáliz que Jesús tomó en las manos y, dando gracias, dijo: Esa es mi sangre..., que es derramada por los muchos para perdón de los pecados (Mt 26,28).

Jerónimo Presbítero: Me has embriagado con tu místico cáliz para que renuncie a los recuerdos de los placeres de la vida pasada.

Agustín de Hipona: [Yo] seguiré llamando a las ovejas que andan errantes y buscando a las perdidas. Lo haré, quieras o no quieras. Y aunque en mi búsqueda me desgarren las zarzas del bosque, no dejaré de introducirme en todos los escondrijos, no dejaré de indagar en todas las matas; mientras el Señor a quien temo me dé fuerzas, andaré de un lado a otro sin cesar. Llamaré mil veces a la errante, buscaré a le que se halla a punto de perecer. Si no quieres que sufra, no te alejes, no te expongas a la perdición. No tiene importancia lo que yo sufra por tus extravíos y tus riesgos.

La Iglesia habla a Cristo diciendo: El Señor me apacienta y nada me faltará. Nuestro Señor Jesucristo es mi pastor y nada me faltará. Me colocó en un lugar de [buenos ] pastos: conduciéndome a la fe, me condujo, para alimentarme, a una pradera de tierna hierba. A orillas de agua refrigerante me crió: me nutrió con el agua del bautismo, por el cual se restauran los que habían perdido la inocencia y el vigor. Convirtió mi alma. Me llevó por caminos de justicia por causa de su nombre: me llevó en atención a su Nombre, no a mis méritos, por los caminos angostos de su justicia, que pocos recorren. Aunque camine en medio de las sombras de la muerte: aun cuando camine en medio de esta vida, la cual es sombra de muerte, no temeré los males, porque tú estás conmigo: no temeré los males, porque tú habitas en mi corazón por la fe, y ahora estás conmigo, a fin de que, después de morir, también yo esté contigo. Tu vara y tu cayado me consolaron: tu doctrina, como vara que guía al rebaño y como cayado que conduce a los hijos más grandes que pasan de una vida animal a la espiritual, me consoló en lugar de afligirme, porque te acordaste de mí. [...] Y tu misericordia me acompaña todos los días de mi vida, es decir, mientras vivo en esta vida mortal, no tuya, sino mía. Hará que habite en la casa del Señor por siempre: me acompañará no sólo aquí, sino también para que habite eternamente en la casa del Señor.

Regla Benedictina: … Sepa el abad que se imputará a culpa del pastor todo lo que el padre de familia pudiere echar de menos en el provecho de sus ovejas. Por otra parte, no es menos cierto que, si hubiere desplegado toda la diligencia del pastor con la grey inquieta y desobediente, y aplicado a sus actos malsanos todo su cuidado, será absuelto como pastor de la misma en el juicio de Dios, y podrá decir con el Profeta al Señor: No escondí tu justicia en mi corazón: he manifestado tu verdad y tu salvación, pero ellos, menospreciándome, me desoyeron. Y entonces, por fin, sea la misma muerte la pena que prevalezca sobre las ovejas rebeldes a sus cuidados.

Debe el abad desplegar la mayor solicitud y procurar con toda sagacidad y destreza, no perder ninguna de las ovejas a él confiadas. Sepa que tomó el cuidado de almas enfermizas, no el dominio tiránico sobre las sanas; y tema la amenaza del Profeta, por la cual dice el Señor: Tomaban lo que les parecía gordo y desechaba lo débil. Imite también el piadoso ejemplo del Buen Pastor, quien, dejando en los cerros noventa y nueve ovejas, fue en busca de una que se había extraviado; cuya debilidad le inspiró tanta compasión, que se digno colocarla sobre sus hombros sagrados y así llevarla otra vez al rebaño.

Balduino de Ford: La mesa del Señor es el altar, en el que Cristo es comido en el sacramento, tal como está escrito: Tú has preparado una mesa ante mí.

Luis de León: Este nombre de Pastor en Jesucristo carece de término. Porque antes que naciese en la carne, apacentó a las criaturas luego que salieron a la luz; porque el gobierna y sustenta las cosas, y él mismo da alimento a los ángeles, y todo espera de su mantenimiento a su tiempo, como en el salmo se dice, y ni más ni menos, nacido ya hombre, con su espíritu y con su carne apacienta a los hombres, y luego que subió al cielo llovió sobre el suelo su alimento; y luego y ahora y después, y en todos los tiempos y horas, secreta y maravillosamente y por mil maneras los nutre; en el suelo los apacienta y en el cielo será también su Pastor, cuando allá los lleve; y en cuanto se resolvieren los siglos y en cuanto vivieren sus ovejas, que vivirán eternamente con él, él vivirá en ellas, comunicándoles su misma vida, hecho su pastor y su pasto.

Teresa de Lisieux: Ahora, como la flor fortalecida por la tormenta, levanto la cabeza y veo que en mí se hacen realidad las palabras del salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.

 

EL SALMO 22 EN LA CATEQUESIS DE LOS PRIMEROS SIGLOS 

Hay algunos textos que aparecen a lo largo de la catequesis mistagógica. Es el caso del salmo 22. Parece que desempeñó un gran papel en la liturgia bautismal. En Nápoles era objeto de una traditio lo mismo que el Pater o el Credo. Es utilizado principalmente en la catequesis de la eucaristía, hasta aparecer como una verdadera profecía, atribuida a David. “El bienaventurado David explicará también el poder de la eucaristía: has preparado ante mí -dice- una mesa contra mis enemigos” (Cirilo de Jerusalén, Catequesis 22,7). Los recién bautizados cantaban el salmo 22 cuando iban del baptisterio a la iglesia, donde les esperaba la celebración del sacrificio eucarístico, [así lo atestigua Ambrosio de Milán] (J. Daniélou, La Catequesis en los primeros siglos, Burgos 1998, p. 238).

 

ORACIONES SÁLMICAS

Señor Jesús, Pastor de tu Iglesia: tú marcas, con la unción de tu Espíritu, a aquellos que hiciste renacer de las aguas del bautismo, y los invitas a la mesa de tu Cuerpo y de tu Sangre; guíanos por el camino de la justicia para que, arrancados de las tinieblas y sin temer mal alguno, gocemos del descanso en la casa del Padre (Serie A).

Después de habernos conducido, Padre eterno, a las verdes praderas de tu doctrina y a las aguas refrescante de tu gracia, haz que hallemos el consuelo de tu cayado que floreció en la casa de Aarón y germinó en la casa de David mediante la acción fecundante de tu Espíritu en María, la Virgen; derrama sobre nosotros el óleo de tu caridad y habitaremos en tu casa por los siglos de los siglos (Serie B).

Condúcenos y guíanos, Señor, con las suaves riendas de tus preceptos, hasta que lleguemos a las moradas eternas y allí nos veremos agasajados con tu copa rebosante (Serie romana).

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA!

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

 ¡El Señor es mi pastor!

{espirando}

 ¡nada me falta!

 



[1] “Ordo psalmorum, quod mihi magni sacramenti videtur continere secretum, nondum mihi fuerit revelatum”.

[2] Cf. el tradicional título del salmo 18,1: Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que dirigió al Señor las palabras de este canto...

[3] Tener presente a los pastores de la Natividad de Jesús, tenidos por los más pobres e ‘impuros’.