OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (874)

San José recibe la visita del ángel durante el sueño

1262

Armenia

Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel

Homilía X 

Nunca podremos valorar en su real medida la misericordia de Dios, es una gracia tal que supera todo lo que podamos pensar y decir. Para recibirla en plenitud debemos solo confesar nuestro pecado y aceptar con humildad la sentencia que por él merecemos (§ 2.1).

La misericordia de Dios

2.1. “Y tú, avergüénzate y recibe tu ignominia porque justificaste a tus hermanas[1]” (Ez 16,52). Merecemos una mayor ignominia cuando hacemos cosas por las cuales otros pecadores serían justificados, de modo que, en comparación con mis pecados, la misericordia [de Dios] perdonaría[2] los pecados de los malvados que fueron condenados desde antiguo, porque yo cometí pecados peores después. Por eso se dirá a Jerusalén pecadora: “Recibe tu ignominia porque justificaste a tus hermanas”. Luego, si alguien cumplió esto, que está escrito: “Avergüénzate”, si alguien ha observado la sentencia de Dios que sigue: “Recibe tu ignominia porque justificaste a tus hermanas”, que también considere la gracia: cómo, en vez de la confusión, la misericordia es restituida, porque no despreciado el juicio de Dios, sino que con toda humildad aceptó la sentencia que le había sido impuesta.

Hay una promesa de sanación y liberación de nuestras cautividades, de nuestras faltas. Pero para ello es menester creer en la misteriosa clemencia de nuestro Dios, que siempre nos ama entrañablemente (§ 2.2)[3].

La curación de nuestros pecados 

2.2. ¿Entonces, qué se promete a cambio? “Haré volver a sus cautivos de la cautividad de Sodoma y de sus hermanas, porque tú justificaste a tus hermanas, Sodoma y Samaria” (cf. Ez 16,52-53)[4]. Sodoma la menor y Samaria la mayor, como lo hemos mencionado antes[5]. “Haré volver a sus cautivos”, es decir, de las tres de las que hará volver a los cautivos, primero hará volver a un estado mejor a Sodoma, luego a Samaria y, en tercer lugar, a Jerusalén. Pero cuando, dice, “haré volver a los cautivos” de Sodoma, Samaria y Jerusalén, entonces primero será restaurada Sodoma, la primera de la que hará volver a sus cautivos; en segundo lugar, Samaria, la cual hará volver en segundo lugar; y en tercer lugar, Jerusalén y los cautivos de esta ciudad (cf. Ez 16,55). Por lo tanto, se asignan curaciones a los que pecaron durante la cautividad de Sodoma y sus hijas, durante la cautividad de Jerusalén misma, y más tarde a aquellos que son más amados por Dios. En efecto, Sodoma, es decir, los gentiles, es justificada por Jerusalén, es la primera en obtener misericordia; Samaria, es decir, los herejes, en segundo lugar, recibe la sanación; y, en tercer lugar, como indignos de una curación más rápida, son restablecidos en su estado original, los que fueron de Jerusalén. Por eso, los gentiles nos precederán en clemencia a los herejes y a nosotros, todas las veces en que hayamos sido impíos y nuestros pecados nos hayan abatido.

“Jerusalén, que representa a los pecadores que están dentro de la Iglesia, será la última en ser renovada, después de Sodoma (los paganos) y de Samaria (los herejes). A ella, en efecto, se le da un castigo más largo, porque ha pecado, mientras se encontraba en una condición de mayor cercanía con Dios”[6] (§ 2.3). 

En tercer lugar

2.3. Cuanto más cerca estemos de Dios y de su felicidad, tanto más, al pecar, nos alejamos más de ella, acercándonos a los terribles y grandes castigos. En verdad, el juicio de Dios es justo, y “los poderosos padecen tormentos potentes” (cf. Sb 6,6 [7]). Pero quien es el más pequeño (cf. 1 Co 15,9), merece con mayor prontitud misericordia. Sodoma es la más pequeña y, después de ella, la más pequeña, no ciertamente como Sodoma, sino en comparación con Jerusalén, es Samaria. Y por eso cambia primero su suerte y luego la de Jerusalén, diciendo: “Y haré volver a tus cautivos”; es, en efecto, en tercer lugar, que se dice esto a Jerusalén. Pero, cuando me haga volver de mi cautividad, ¿seré hallado Jerusalén y pecador en medio de mis hermanas? Cuando oiré: “Para que soportes tu tormento”. Por eso, en tercer lugar, dice: “Haré volver a tus cautivos”, y después de todos: “Que soportes tu tormento y te menosprecien por todo lo que hiciste” (Ez 16,53-54).

Orígenes pone de relieve que son nuestros pecados los que suscitan la ira. Esta no es “connatural” a Dios, sino que brota de nuestras propias faltas. Es decir, nuestros delitos provocan que Dios proceda conforme a un método educativo-curativo. Se trata de un argumento antignóstico. En efecto, los gnósticos decían que el Dios del Antiguo Testamento era justo, pero no misericordioso (§ 2.4)[7]. Y así respondía el Alejandrino:

«“Adoraron dioses extranjeros, dice (la Escritura), los dioses de las naciones que los rodeaban, e incitaron al Señor a la cólera” (Jc 2,12). Ves cuánto hacen los pecados, pues se dice que, pecando, provocamos la cólera de Aquel en quien no se encuentra ningún sentimiento de ira, ni ningún otro movimiento de pasión; sino que permanece inmutable en su naturaleza, sin nunca ser turbado por sentimientos de ira[8]. Soy yo quien, por mis faltas, atraigo sobre mí la ira, como lo dice el Apóstol enseñando sobre esto: “Por tu dureza, por tu corazón impenitente, atesoras, afirma, para ti ira en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, que dará a cada uno según sus obras” (Rm 2,5-6; cf. Sal 61 [62],13)»[9].

Las consecuencias de nuestros pecados 

2.4. Aquí hay una cierta medida del pecado, que cada uno recibirá por lo que pecó. Si tengo cincuenta pecados, obtengo cincuenta ignominias; si tengo cien, la pena se duplicará en proporción a las acciones y me será atribuida la ignominia en correspondencia a la magnitud de los delitos. A los mayores pecados se añade un gran tormento. Pero solo Dios, el verdadero juez, puede percibir la magnitud de los pecados, las cualidades de la ignominia y el número de los delitos. Por eso se dice a Jerusalén: “Para que cargues tu tormento y seas despreciada por todo lo que hiciste para indignarme” (Ez 16,54). Observa, por otra parte, que Dios es remunerador y que, de alguna manera, testifica con estas palabras que Él no tiene ira, sino que el pecador provoca para sí mismo la ira de Dios. De donde también el Apóstol dice: “¿O acaso desprecias la riqueza de su bondad, paciencia y longanimidad, ignorando que la bondad de Dios te conduce al arrepentimiento? Pero, según tu dureza y tu corazón no arrepentido, atesoras para ti la ira” (Rm 2,4-5). Esta palabra ha separado la ira de Dios. En verdad, la ira es algo ajeno a Dios, y no se le atribuye como como connatural. De ahí que se diga respecto a los pecadores: “Has enviado tu ira y los has consumido” (cf. Ex 15,7). Nadie puede enviar hacia afuera aquello que le pertenece y que está relacionado con él, sino que lo que se envía es diferente de quien lo envía. Así también, con nuestro pecado irritamos a Dios para que envíe su ira, la cual Él mismo no posee.

“En la predicación origeniana es primario el interés por actualizar el contenido de los textos bíblicos interpretados uno y otra vez, a fin de poder transferirlos de la historia pasada a la condición existencial de los oyentes. Las experiencias históricas de Sodoma, Samaria y Jerusalén han prefigurado, por tanto, lo que sucede en el alma humana: pagana, hereje, creyente pecadora. En este contexto Orígenes subraya, además de la necesidad de un largo sucederse de siglos para que el alma llegue a la purificación, también la diversidad del ritmo según el cual cada alma retorna a Dios, pues no en todos los casos, por ejemplo, puede ser beneficiosa una curación demasiado rápida. La diversidad de los modos y los tiempos de la perfecta reintegración de toda la creación, solo Dios la conoce”[10] (§ 3.1).

Sodoma

3.1. Después de esto, es decir, después del retorno, se dice: “Sodoma, tu hermana, y sus hijas serán restablecidas como eran al principio” (Ez 16,55). Paso a las imágenes y figuras y veo cuánto tiempo fue atormentada Sodoma hasta que fue restaurada a su estado original. Pero si lo que se dijo en figura corresponde a la realidad, ¿qué será de aquel que verdaderamente fue Sodoma? Inmediatamente después del diluvio, en la décima generación, Sodoma sufrió, como se relata en el Génesis. Antes era casi un paraíso de Dios y como la tierra de Egipto (cf. Gn 13,10)[11]; sin embargo, sucedió en Sodoma lo que aún hoy en día se puede percibir en los vestigios de su región. Mira cuántos ciclos de tiempos ya han pasado: aproximadamente tres mil años, y Sodoma todavía no ha sido restaurada, no esa Sodoma que se presenta en signo y en enigma, sino aquella que se percibe claramente en razón de la verdad. Los hebreos dicen que Sodoma será restaurada en el mismo estado en que estuvo antes, para que de nuevo sea comparada con el paraíso de Dios y la tierra de Egipto. Si esto es así, y si será en el futuro o no -porque tales cosas deben ser investigadas por los que son muy doctos-, para que ocurra lo que se dice, se cumplirán para mí tres mil años, y entonces será restaurada Sodoma, atormentada durante esos tres mil años, es decir, mi alma, Sodoma, mi mente llena de pecados. Hay un gran intervalo de tiempo entre la restauración y la ruina. Incluso si fueras restablecido como en el pasado, mira cuántos males tendrías que padecer, cuántas calamidades primero te oprimirían.

Lo acaecido a Samaria representa o simboliza lo que les sucede a los herejes que, como sucedió con las diez tribus de Judea, adoran ídolos, ficciones y falsas creaciones del proceden del tortuoso corazón humano (§ 3.2).

Samaria

3.2. Pero debes entender que aquello que hemos mencionado sobre Sodoma, se debe comprender también sobre Samaria. En efecto, ella misma aún no ha sido restablecida, sino que desde el momento en que las diez tribus fueron expulsadas de Judea, Samaria ha soportado la cautividad y ha recibido un nombre sin tener a sus vecinos. Sin embargo, ella también será restablecida, como al principio, cuando las diez tribus vuelvan, para que se cumpla lo que está escrito: “El pueblo fue llevado cautivo a Asiria hasta el día de hoy” (2 R 17,23). Pero si, después de tanto tiempo, se cumple aquello que ha precedido como señal, ¿cuándo serás restablecida tú, si acaso serás restablecida, alma samaritana y hereje, que creíste en ídolos[12] y fiestas no verdaderas y en las ficciones que procedían del corazón de Jeroboam (cf. 2 R 17,22)? ¿Cuándo serás restablecida, oh alma infeliz, cuando tras tantos siglos se restituya tu modelo?

Recién en tercer lugar será restablecida Jerusalén, pues sus faltas son más graves que las cometidas por Sodoma y Samaria, “sinónimos de perversidad”, porque de creyente devino pecadora (§ 3.3).

Restablecimiento

3.3. Pero si esto sucedió para Sodoma y Samaria, que han sido justificadas por Jerusalén, ¿qué se debe decir de la misma Jerusalén, que ha justificado los pecados de las mencionadas anteriormente? “Y serán restablecidas como eran desde el principio; tú y tus hijas serán restablecidas como eran desde el principio” (Ez 16,55). Comprendan lo que se dice: “Como eran al principio”, y también lo que dice Isaías: “Y estableceré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo” (Is 1,26). 


[1] Lit.: ... recibe tu ignominia en aquello en que justificaste a tus hermanas.

[2] Misericordia liberet.

[3] Cf. OO 8, pp. 334-335, notas 9 y 10.

[4] Ya M. Borret se preguntaba cómo traducir este texto del profeta (SCh 352, p. 334, nota 1). La versión que ofrece Jerónimo difiere tanto de la LXX como del hebreo. El verbo griego apostrepho y su correspondiente hebreo significan: hacer volver; pero el sustantivo hebreo puede traducirse por: salida de la cautividad o cambio de suerte (cf. La Biblia griega. IV, p. 415, nota a).

[5] Cf. Hom. IX,2.

[6] OO 8, p. 336, nota 11.

[7] Cf. OO 8, pp. 326-327, nota 13.

[8] Cf. Contra Celso, IV,72; BAC 271, p. 305: “Nosotros hablamos realmente de la ira de Dios, pero no entendemos sea una pasión suya, sino algo de que se vale para castigar de manera dura a los que han cometido pecados particularmente graves. La llamada ira de Dios y el que se dice furor suyo se ordenan a nuestra corrección...”. Cf. SCh 389, pp. 86-87, nota 1.

[9] Orígenes, Homilías sobre el libro de los Jueces, II,4; SCh 389, pp. 86-89.

[10] OO 8, pp. 339-340, nota 16.

[11] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Génesis, V,1.6; SCh 7bis, pp. 164-167: «Nosotros nos preguntamos también otra cosa, porque el profeta dice: “Tu hermana Sodoma será devuelta a su antiguo estado” (Ez 16,55); [nos preguntamos] si en su restitución también recibe ser “como el paraíso de Dios” o sólo “como la tierra de Egipto”. Yo, por mi parte, dudo de que los pecados de Sodoma hayan podido ser volatilizados hasta tal punto y sus crímenes purificados tan completamente que su restablecimiento pueda compararse no solo a la tierra de Egipto, sino también al paraíso de Dios. Sin embargo, los que quieren confirmar esto nos urgirán a partir principalmente de esa palabra que aparece añadida a esta promesa; porque [la Escritura] no dice que “Sodoma será restablecida”, y basta, sino que dice: “Sodoma será restablecida en su antiguo estado” (Ez 16,55); y asegurarán que su antiguo estado no fue “como la tierra de Egipto”, sino “como el paraíso de Dios”».

[12] Simulacris.