OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (788)

Jesucristo,  el buen Pastor

Hacia 1370-1380

Alsacia, Francia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía IV sobre el Salmo 76 (77) 

Introducción

Para explicar el pasaje del salmo: “La voz del trueno en la rueda” -que en nuestras traducciones leemos como: “La voz del trueno en el torbellino”, conforme al texto hebreo-, Orígenes recurre al capítulo primero (vv. 10 ss.) del libro del profeta Ezequiel. Intenta así ofrecer una interpretación ajustada a la letra del versículo del salmo, porque no desea pasar de inmediato a una lectura anagógica (§ 2.1). 

Y a partir de su interpretación de Ezequiel 1,16, el Alejandrino desarrolla una explicación sobre lo que él considera es el movimiento circular del universo (§ 2.2).

La conclusión de este desarrollo, buscando ofrecer una exégesis literal del versículo del salmo, es que, en relación con el aporte de Ezequiel, “la voz del trueno en la rueda” es una metáfora para expresar el movimiento del universo (§ 2.3). 

Texto

Los querubines

2.1. ¿Pero cómo explicaremos el hecho de que el trueno se encuentre en la rueda? Alguien objetará que es imposible y que no se puede atener a la letra que dice: “Voz del trueno en la rueda” (Sal 76 [77],19). Sin embargo, desde el momento en que tendemos a atenernos a la letra, en cuanto sea posible, antes de la interpretación anagógica, donde hay espacio para la primera, esta es nuestra opinión sobre este pasaje. Si comprendemos la naturaleza del trueno, la forma en que se produce, pues cuando las nubes se encuentran unos con otras en su movimiento se produce recíprocamente un fragor, diremos entonces que la imagen de “la voz del trueno en la rueda” no está fuera de lugar. Pero busquemos, a propósito del trueno, una rueda que, por lo que atañe al aspecto sensible, no sea una rueda en el sentido físico, ni sea tal cual en la forma sino en cuanto a la cosa misma, figurándonos, por así decir, una circunferencia que se produce, en. relación con el trueno, en el momento del trueno. Y si quieres pensar en el aspecto sensible de forma diversa, antes que yo me eleve a las realidades inteligibles, llega conmigo a Ezequiel y observa al Dios del universo que obra como un auriga y está sentado sobre los así llamados Querubines, dotados cada uno de un cuádruple aspecto: forma de león, de toro[1], de águila y de hombre se da entre los querubines (cf. Ez 1,10). Y los querubines son alados y cubiertos por todas partes de ojos (cf. Ez 10,12)[2]; en efecto: “Dentro y fuera están llenos de ojos” (Ap 4,8). Pero sobre los querubines, si. Dios lo concederá, no faltará la ocasión para ofrecer una explicación con la enseñanza sobre los querubines.

“Una rueda en las ruedas” 

2.2. ¿Pero qué dice este pasaje sobre las ruedas, en cuanto que hay también “una rueda está en las ruedas” (Ez 1,16)[3]? Dios era, por así decirlo, como un carro avanzando entre los querubines, y en este carro hay asimismo seres vivientes y ruedas. En consecuencia, me pregunto sobre aquellas ruedas, sobre todo porque las ruedas, como está escrito, son como “una rueda en las ruedas”. Mientras me interrogo, encuentro que el movimiento del universo se produce en forma circular, como también Salomón dice en el Eclesiastés: “Se mueve en círculo efectuando giros: el espíritu procede y regresa sobre sus giros[4]” (Qo 1,6). Por tanto, el movimiento del universo se produce en forma circular, como es evidente para quienes observan los fenómenos naturales. Hay un doble movimiento general en el universo: uno de oriente hacia occidente, otro de occidente hacia oriente. El movimiento hacia occidente es el del universo; y el de occidente hacia oriente es el movimiento de cada uno de los así denominados siete planetas, entre los cuales se hallan el sol y la luna. Y sobre la base de lo que está en Ezequiel se puede decir: “una rueda está en las ruedas” (Ez 1,16), a aquella que contiene, según la que entendemos como esfera interna; mientras que la segunda rueda es aquella según el movimiento de las esferas de los planetas, como las llaman los griegos.

Las señales atmosféricas

2.3. Por tanto, “voz del trueno en la rueda” (Sal 76 [77],19): en base a las circunvoluciones del universo y al movimiento del cosmos, cuando el sol entra en el zodíaco y provoca una reacción en relación[5]con alguno de los astros y con los cielos, produce siempre el trueno para la tierra. Como también se preanuncia el eclipse de sol y el eclipse de luna, de igual forma que las lluvias, las señales atmosféricas, los truenos y otros fenómenos semejantes, como dice Ezequiel, se produce la voz del trueno “en las ruedas”, según el movimiento e impulso del universo.



[1] O: ternero, novillo.

[2] Al comentar el cap. 6,39 (7,9) del Levítico, Orígenes afirma: «Quizás se diga “cocinar en el horno” a aquellos sentidos que son interiores y ocultos, que no pueden manifestarse fácilmente a la muchedumbre; porque hay muchos (pasajes) de este género en las divinas Escrituras, como en Ezequiel, en su descripción de los querubines o de Dios y su magnífica visión (cf. Ez 1,4 ss. y 10,3 ss.). Estos (textos) si no se cocinan en el horno no pueden comerse así, ya que están crudos. Puesto que no se puede creer que haya en la especie de león un animal que en cierto modo transporte a Dios, u otro con la forma de ternero o de águila (cf. Ez 1,10). Por consiguiente, estas realidades y las que son del mismo género, no se pueden presentar crudas, sino que deben ser cocinadas en el horno del corazón» (Homilías sobre el Levítico, V,5).

[3] En nuestras versiones leemos: “Como si una rueda estuviera dentro de la otra”.

[4] Lit.: “El viento haciendo círculos de círculos, y sobre sus círculos retorna el viento”.

[5] Lit.: sympatheia, simpatía.