OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (867)

Visita del sacerdote a un enfermo en trance de muerte. El Ave Fénix. Preparación del enfermo ya fallecido para la sepultura
Hacia 1425-1430
Liturgia de las Horas
París
Orígenes: Homilías sobre el libro del profeta Ezequiel
Homilía VIII
Orígenes presenta a sus oyentes el texto que les explicará, en el que se ve actuar con total descaro a aquella que había muy favorecida por su esposo (§ 1.1).
Un grave pecado
1.1. Lo que hemos leído con anterioridad, ya lo hemos explicado. Hoy comenzaremos desde aquello que está escrito: “¿En quien has puesto tu corazón, dice el Señor Adonai, pues tú has hecho todas estas obras de prostituta procaz, y has fornicado por tres veces con tus hijas?” (Ez 16,30), hasta aquí ya hemos hablado [sobre este texto]. Ahora sigue: “Cuando construiste tu prostíbulo en el cruce de todos los caminos, y pusiste tu base en cada plaza. Y no fuiste como la prostituta que recibe recompensas; la mujer que adulteraba, es similar a ti, tomó las recompensas de su esposo, y dio la paga a todos sus amantes; y tú diste recompensas a todos tus amantes, y les has distribuido dones[1] para que vinieran a fornicar contigo de todas partes” (Ez 16,31-33).
La enseñanza de un buen maestro debe basarse sobre una conducta digna y coherente, caso contrario, transmitirá un mensaje que incita a obrar de mala manera. Dios no obliga, sino que siempre nos permite ejercer nuestra libertad. Y aunque ella sea pobre y limitada, igualmente podemos elegir qué conducta seguir (§ 1.2).
Una obstinada actitud
1.2. Un hombre puede influir en otro hombre, al mal si es malvado, a lo bueno si es bueno. Porque “las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Co 15,33). No hay duda de que las palabras del que habla pueden incitar al oyente a peores acciones: cuando habla el hereje conduce a su auditor a la herética perversión. Pero, para poner un ejemplo positivo, si quien habla es capaz de ayudar y su vida concuerda con su discurso, este establece a su oyente en las cosas buenas. Nosotros, que ocupamos un mínimo lugar, si escuchamos una palabra que enseña sobre la castidad, tratamos de conformarnos a esta [enseñanza]. Si hablamos nosotros mismos sobre la pureza, también nosotros mismos disponemos nuestros auditores a la pureza; si predicamos la justicia, los impulsamos hacia la justicia; si hablamos de fe, inspiramos la fe para obedecer al Señor en una forma digna de su majestad divina. Entonces, si nosotros, que somos malos (cf. Lc 11,13), usualmente establecemos el corazón del oyente en aquellas cosas que son buenas, o al mal si obramos mal, ¿piensas que Dios no tiene potestad de establecer a alguien en las mejores cosas, o que, ciertamente, al abandonarlo, se le da la oportunidad de estar en las peores? Mucho pecó la infeliz Jerusalén, a la que Dios quiso colocar con frecuencia en mejores disposiciones mediante sus profetas, pero porque no quiso escuchar los consejos, ni acoger los preceptos de Dios, Dios duda y se dice que no sabe qué hacer: «“¿Dónde estableceré tu corazón, dice el Señor Adonai?”. ¿Qué haré? ¿Dónde te estableceré? Estás atada por muchos lazos de pecados, tus delitos impiden que tu vida se establezca sobre mis palabras. Yo mismo, con frecuencia, quise restablecerte hablándote por medio de mis santos, pero no escuchaste. Ahora ignoro qué hacer y te digo: “¿Dónde estableceré tu corazón, dice el Señor Adonai, pues tú haces todas estas obras de una meretriz descarada?” (Ez 16,30)».
Cuando pecamos y nos avergonzamos de nuestras faltas, no nos apartamos por completo de la confesión de nuestra fe. Al contrario, cuando pecamos y ya nada ni nadie nos importa, abandonamos la comunión eclesial, actuando como una fornicaria desvergonzada (§ 1.3).
Dos clases de fornicación
1.3. Muchas veces hemos dicho que las potestades contrarias aman la belleza del alma humana, y cuando el alma humana recibe las semillas de sus amantes, en cierto modo se complace con ellas; pero porque también en la vida común hay algunas prostitutas, que fornican con vergüenza queriendo esconderse, y otras, en cambio, no solo no ocultan sus delitos con vergüenza, sino que, con toda audacia, se prostituyen; por eso tomó como ejemplo la imagen de un alma que se prostituye para esa pecadora Jerusalén, y la comparó con una mujer meretriz audaz en su fornicación. Muchas veces también nosotros hacemos tales cosas. Porque aquellos que no se apartan completamente de la religión, pero son realmente vencidos por el pecado y, pecando, desean esconderse, haciendo cosas similares a una prostituta que se avergüenza. Pero los que rechazan completamente la religión, tanto que no se preocupan por el obispo, los presbíteros, los diáconos, los hermanos, sino que, con toda audacia, delinquen, se parecen a una prostituta descarada en su prostitución. Por eso, en este pasaje, Dios se lamenta por la pecadora Jerusalén, porque realiza las obras de una mujer meretriz impúdica, y le dice: “Has fornicado tres veces con tus hijas” (Ez 16,30). Esto lo hemos explicado cuando nos fue leído el versículo: “Construiste tu prostíbulo en el cruce de todos los caminos, y pusiste tu base en cada plaza” (Ez 16,31).
Orígenes comienza este nuevo desarrollo señalando que la pecadora Jerusalén cometió dos pecados de carácter público, es decir, sin vergüenza ninguna de verse expuesta delante de todos (§ 2.1).
Dos pecados públicos
2.1. Sin embargo, queremos también ahora explicar qué significa “constuir un prostíbulo”, no simplemente en toda vía, sino en “el cruce de todos los caminos”, y por qué no basta con edificar un prostíbulo en el cruce de todos los caminos, sino que además “puso su base[2] en cada plaza”. Por tanto, cometió dos pecados públicos: uno al edificar su prostíbulo en el cruce de toda vía, y otro al hacer su base y establecerla en cada plaza, ella, la prostituta Jerusalén.
Al interpretar de forma errónea la Sagrada Escritura, la Ley y los profetas, los herejes edifican casas de perdición para todos aquellos que visitan esas edificaciones, esas “nuevas doctrinas” (§ 2.2).
Los herejes construyen lugares de prostitución
2.2. ¿Cuáles son esos caminos? “Estén en los caminos y pregunten por las sendas eternas del Señor, y vean cuál sea la buena vía, y caminen por ella” (Jr 6,16). Son muchas las vías eternas. Si retienen la interpretación que con tanta frecuencia les he presentado, saben que también Moisés es un camino y cada uno de los profetas. Y cómo son muchas las perlas, que debe poseer quien que quiera alcanzar aquella perla muy preciosa (cf. Mt 13,46), así debe recorrer los muchos caminos de Moisés y de todos los profetas, aquel que quiera alcanzar al que dice: “Yo soy el camino” (Jn 14,6). Pero alguien me dice: “¿Qué importa lo que has dicho?”. Y así responderé: “Jerusalén ha construido su burdel en cada camino”. Si consideras a todos los herejes, los alienados de la verdad, que construyen una casa con estas palabras que se leen en Moisés, con las que encontraron en Isaías, Jeremías y los demás profetas, entenderás que las nuevas doctrinas son la fornicación de Jerusalén, que edifica su burdel no en todo camino, sino en el cruce de todos los caminos.
Mientras que las palabras de los hombres de Iglesia edifican, forman, a los fieles, al contrario, las enseñanzas de los herejes los deforman. Esto es, les comparten miel de la Escrituras, pero una miel que no es auténtica, sino adulterada (§ 2.3).
La Iglesia, obra de Dios
2.3. Porque si alguien después de haber comenzado con Moisés, el comienzo de los profetas, ha alcanzado la profundidad de su ciencia y el conocimiento de todos ellos, nada puede hacer esa meretriz que construye un prostíbulo en todos los caminos; ella busca a aquel que por primera vez entra en la Iglesia, que recibió los rudimentos de la fe, que desconoce los ritos sacramentos; a aquel que en el comienzo de la fe está establecido, quiere introducirlo en su prostíbulo, construyendo una casa de meretrices. Y porque frecuentemente en las Escrituras se menciona la “fornicación”, quiero explicar la causa de esa expresión. Los eclesiásticos, que son maestros en la Iglesia, purifican las costumbres tanto de ellos como de los sus fieles, y por medio de su celo edifican la casa de Dios, la Iglesia, y su obra es la edificación de Dios. Los herejes construyen un prostíbulo en cada vía, como por ejemplo un maestro de la escuela de Valentín, un maestro del grupo de Basílides, un maestro del círculo de Marción y otros herejes; edifican la casa des las meretrices. En realidad, toda la congregación de los malvados es un prostíbulo. Pero, ¿qué dice la Escritura? “Hijo, no escuches a la mujer malvada, pues la miel destila de los labios de la meretriz” (Pr 5,3). ¿De dónde destila la miel? “La miel destila de los labios de la meretriz”. Ella ha entrado con Moisés, Isaías y Jeremías, y de sus escritos ha recogido miel para sí. Ve a los herejes que hablan, diciendo: “Esto dice Moisés, esto Isaías, esto Jeremías”, y verás cómo de sus labios no fluyen miel, sino que destilan las muy pocas palabras que cosechan las Escrituras. Por eso, la miel destila de los labios de la meretriz. Por tanto, “en el cruce de todo camino se edifica un prostíbulo” (Ez 16,31).
La herejía y una vida disoluta conducen a las personas al desorden, alejándolas del Señor y de la Iglesia. Se pierde entonces la recta comprensión de las Escrituras y se cae en costumbres lascivas (§ 2.4).
El pecado busca hacernos sus cautivos
2.4. Admitamos que se entiende lo del burdel, y expliquemos entonces la base[3]que en todas las plazas ha puesto la prostituta Jerusalén. Está escrito en otro lugar cómo, “en las plazas, manifiestamente, una prostituta llama la atención de los transeúntes” (Pr 9,15); pues, en efecto, el pecado se apresura a atraernos hacia sí de diversas maneras, ya sea a través de la herejía o de un estilo de vida pagano. A través de la herejía, cuando construye un burdel en el cruce de cada camino; por otro lado; por medio de un estilo de vida pagano, cuando coloca una base en cada plaza. “Porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la perdición” (Mt 7,13). Por lo tanto, cuando la herejía toma de las Escrituras sus afirmaciones, con las que intenta instruir a la audiencia, está “construyendo un burdel en el cruce de cada camino”. En cambio, cuando se elimina la exhortación moral y aquella hace que su oyente se vuelva libertino al enseñarle costumbres lujuriosas, ¿qué otra cosa hace sino colocar una base en cada camino?





